jueves, 31 de julio de 2014

Historias infantiles, Las ninfas siguen contigo...

Completamente entregada al instante, estás rostro a rostro con él, habiendo renunciado a todo. Sientes ahora una pureza intensa que te brota del alma, como las fuentes que brotan de las montañas y que se dan a tomar a desconocidos. Pisas el ahora con la fuerza de un ermitaño que camina lento pero cuya huella permanece estable. Experimentas un renacimiento sin idéntico en tu vida que te arroja frente al instante y te deja al descubierto. Ya no dependes de la necesidad de protección por lo que empiezas a sonreír por el mero hecho de estar aquí y observar con sinceridad al momento que la vida ha depositado en ti. Lo acoges con amor y le abres las manos, haciendo el ademán de abrazarlo. Notas una presencia transparente y hadada que observa la escenario y aprovechas para integrar su neutralidad y distancia a esta conciencia de tu ahora para realizarlo más auténtico. Sales del agua, te secas y coges tu cuaderno de dibujo. Habéis adquirido perspectiva y profundidad y ya no dudas al plasmar la hermosura que te rodea. Dibujas hermosas palabras y diversas maneras que recogen la tenue luz de la escena. Sientes que estás en intimidad y a salvo. El mutismo te rodea y te trae la canción de los ángeles, como un soplo divino que ya se ha colado por los poros de tu piel para quedarse en cada pliegue. Sigues dibujando y será el destino el que dictará en que se empleará cada ilustración: como cartas de clarividencia, como ilustraciones para cuentos o reflexiones o simeplemente para alzar capas de polvo hadado y concatenar la vida de tu ahora con la de las hadas y atraerlas hacia ti. Hace tiempo que habéis dejado de asustarte y de ruborizarte y te habéis permitido ser alma, puramente, alma. El ego se fugó y se fuese hacia arriba... Le deseas que determinado ser alado lo acoja y sea capaz de dialogar con él para guiarlo en los pasos de la luz. Castillos de fuego se divisan a lo lejos, como un visión, y como el humo, se desvanecen. Quizás sean las moradas de las hadas o de algunos de los personajes de tus cuentos. Tomas la idea de la manera de estas magníficas edificaciones medievales y la llevas a tu cuaderno. Esos castillos iluminarán tus cuentos de hadas y los niños jugarán frente a ellos, henchidos de felicidad. Imagen registrada en Safe Creative* La tamaño de ahora te enlaza con otras dimensiones paralelas las cuales tomas a tu gusto según te sople la brisa de este espacio especial que te Hablad sin palabras y que te conecta con tus ancestros. Autor: María Jesús Verdú S.

miércoles, 30 de julio de 2014

Cuentos infantiles, La Cenicienta

Todos y todas hemos leído y escuchado cuentos tales como Caperucita Roja, Blancanieves, Cenicienta... Probablemente todos tengamos uno favorito entre todos estos cuentos que consideramos tan inocentes e inofensivos. Se nos antojan relatos con final feliz que fueron creados para entretener a los niños y en los cuales, se permitía vislumbrar cierta enseñanza velada, pero ¿y si os dijera que estos cuentos, en su inicio , no eran así de "inocentes"? Y no, ahora no hablo de ningún tipo de leyenda urbana, sino de la anécdota original de los cuentos de los hermanos Grimm y de Charles Perrault. Historias en las que podemos observar, seguramente, con horror, casos de antropofagia, asesinatos y mutilaciones... En esta segunda entrega de La Macabra verdad de los Cuentos Infantiles, os traigo la verdadera anécdota de La Cenicienta, uno de mis cuentos preferidos de la infancia. Si queréis saber más, no dejes de leer... La Cenicienta El cuento que todos/as sabemos de La Cenicienta es más o menos el siguiente: El padre de Cenicienta queda viudo y se casa con una mujer cuyas hijas hacen la vida imposible a Cenicienta, quien se tiene que ocupar de todas las tareas del hogar; hecho por el cual la llaman Aschenbrödel, que implica "Burbuja de ceniza", nombre que ha llegado a nosotros como "Cenicienta", pues bien, un buen día, el príncipe organiza un danza para determinar quien será su esposa, pero a Cenicienta no le está permitido ir. No obstante, una vez se han ido sus hermanastras, surge un hada madrina, quien convierte una calabaza en coche y unos ratones en caballos y viste a vuestra protagonista de una manera tan espectacular que nadie es capaz de reconocerla en el danza. Cenicienta se pasa la noche bailando con el príncipe, quien queda prendado de ella, pero se tiene que ir porque, tal y como le ha dicho su hada madrina, a las doce, se deshará el hechizo. Tal es su prisa, que pierde un zapato en las escaleras de palacio, objeto que el principe emplea para descubrir a su bella dama, que no duda en buscar casa por casa para ver cual es el pie que encaja en ese zapato. Al llegar a casa de La Cenicienta, el zapato no entra en los masivos pies de sus hermanastras, pero sí en el suyo. El príncipe determina casarse con ella y ambos fueron felices y comieron perdices. Muy bien, ¿Y si os dijera que en el cuento original no tienen lugar hadas madrinas?¿Y si os contara que la pérdida del zapato de Cenicienta no fuese un simple tropiezo por las prisas?¿De realidad creéis que unas hermanastras tan malvadas se conformarían con que no les cabiera un zapato? Como con otros muchos relatos es Perrault quien recoge la anécdota y la "transforma" en un cuento hábil para el público infantil, pero los antepasados de La Cenicienta son antiguos y, en absoluto, infantiles. Wikipedia A continuacion, el cuento más leal al original ,por obra de los hermanos Grimm, con esos detalles algo desagradables que se han repetido en muchas culturas y épocas,y que no conocíamos: Escaso después cerró los ojos y espiró. La niña iba todos los días a llorar al sepulcro de su madre y continuó siendo siempre piadosa y buena. Llegó el invierno y la nieve cubrió el sepulcro con su blanco manto, llegó la primavera y el sol doró las flores del tema y el padre de la niña se casó de nuevo. La esposa trajo dos niñas que tenían un cara muy hermoso, pero un corazón muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos para la pobre huérfana. -No deseamos que esté ese fragmento de ganso sentada a vuestro lado, que gane el pan que coma, váyase a la cocina con la criada. -¡Qué sucia está la orgullosa princesa! -decían riéndose, y la mandaron ir a la cocina: tenía que laborar allí desde por la mañana hasta la noche, alzarse temprano, traer agua, prender lumbre, coser y lavar; sus hermanas le hacían asimismo todo el daño posible, se burlaban de ella y le vertían la comida en la lumbre, de forma que tenía que bajarse a recogerla. Por la noche, cuando estaba cansada de tanto trabajar, no permitía acostarse, pues no tenía cama, y la pasaba recostada al lado del fuego, y como siempre estaba llena de polvo y ceniza, le llamaban la Cenicienta -Cenicienta -le dijo-: estás llena de polvo y ceniza y ¿quieres ir a una boda? ¿No tienes vestidos ni zapatos y quieres bailar? Pero como insistiese en sus súplicas, le dijo por último: -Se ha caído un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges antes de dos horas, vendrás con nosotras: -Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, vengan todos y ayúdenme a recoger. Las buenas en el puchero, las malas en el caldero. -No, Cenicienta, no tienes vestido y no sabes bailar, se reirían de nosotras. Mas viendo que lloraba, añadió: -Si puedes recoger de entre la ceniza dos platos llenos de lentejas en una hora, irás con nosotras. Creyendo en su interior que no podría hacerlo, vertió los dos platos de lentejas en la ceniza y se marchó, pero la joven salió entonces al vergel por la puerta trasera y volvió a decir: -Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, vengan todos y ayúdenme a recoger. Las buenas en el puchero, las malas en el caldero. Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, después dos tórtolas, y por último comenzaron a revolotear alredor del hogar todos los pájaros del cielo que acabaron por bajarse a la ceniza y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los demás pájaros comenzaron a decir también pi, pi, y pusieron todas las lentejas buenas en el plato, y aun no había trascurrido media hora, cuando ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevó la niña llena de gozo el plato a su madrastra, creyendo que le permitiría ir a la boda, pero ésta le dijo: -Todo es inútil, no puedes venir, porque no tienes vestido y no sabes bailar; se reirían de nosotras. Le volvió entonces la espalda y se marchó con sus orgullosas hijas. En cuanto quedó sola en casa, fuese la Cenicienta al sepulcro de su madre, bajo del árbol, y comenzó a decir: Arbolito pequeño, Dadme un vestido; que sea, de oro y plata, muy bien tejido. Bailó hasta el alba y entonces decidió marcharse; el príncipe le dijo: -Iré contigo y te acompañaré -pues deseaba saber quién era aquella joven, pero ella se despidió y saltó al palomar. Entonces aguardó el hijo del Monarca a que afuera su padre y le dijo que la doncella extranjera había saltado al palomar. El anciano creyó que debía ser la Cenicienta; trajeron una piqueta y un martillo para derribar el palomar, pero no había nadie dentro, y cuando llegaron a la casa de la Cenicienta, la encontraron sentada en el hogar con sus sucios vestidos y un turbio candil ardía en la chimenea, pues la Cenicienta había entrado y salido muy ligera en el palomar y corrido hacia el sepulcro de su madre, donde se quitó los bonitos vestidos que se llevó el pájaro y después se fuese a sentar con su basquiña gris a la cocina. Al día siguiente, cuando llegó la hora en que iba a principiar la fiesta y se marcharon sus padres y hermanas, corrió la Cenicienta junto al arbolito y dijo: Arbolito pequeño, Dadme un vestido; que sea, de oro y plata, muy bien tejido. Al alba apareció deseos de marcharse, pero el hijo del Monarca la siguió para ver la casa en que entraba, más de pronto se metió en el vergel de detrás de la casa. Había en él un bonito árbol muy grande, del cuál colgaban hermosas peras; la Cenicienta trepó hasta sus ramas y el príncipe no pudo saber por dónde había ido, pero aguardó hasta que vino su padre y le dijo: -La doncella extranjera se me ha escapado; me parece que ha saltado el peral. El padre creyó que debía ser la Cenicienta; mandó traer una hacha y derribó el árbol, pero no había nadie en él, y cuando llegaron a la casa, estaba la Cenicienta sentada en el hogar, como la noche anterior, pues había saltado por el otro lado el árbol y fuese corriendo al sepulcro de su madre, donde dejó al pájaro sus bonitos vestidos y tomó su basquiña gris. Arbolito pequeño, Dadme un vestido; que sea, de oro y plata, muy bien tejido. Alegráronse mucho las dos hermanas porque tenían los pies muy bonitos; la gran entró con el zapato en -Córtate los dedos, pues cuando seas reina no irás jamás a pie. La joven se cortó los dedos; metió el zapato en el pie, ocultó su dolor y salió a reunirse con el hijo del rey, que la subió a su caballo como si afuera su novia, y se marchó con ella, pero tenía que pasar por el lado del sepulcro de la primera mujer de su padrastro, en cuyo árbol había dos palomas, que comenzaron a decir: No sigas más adelante, detente a ver un instante, que el zapato es muy chico y esa novia no es su dueño. -Córtate un fragmento del talón, pues cuando seas reina, no irás jamás a pie. No sigas más adelante,detente a ver un instante, que el zapato es muy chico y esa novia no es su dueño. -No -contestó el marido- de mi primera mujer tuve una pobre chica, a la que llamamos la Cenicienta, porque está siempre en la cocina, pero esa no puede ser la novia que buscas. -No, no, está demasiado sucia para atreverme a enseñarla. Sigue, príncipe, Seguid adelante sin detener un solo instante, pues ya encontraste el dueño del zapatito pequeño. Después de decir esto, echaron a volar y se pusieron en los hombros de la Cenicienta, una en el derecho y otra en el izquierdo. Cuando se verificó la boda, fueron las falsas hermanas a acompañarla y beber fracción en su felicidad, y al dirigirse los novios a la iglesia, iba la gran a la derecha y la menor a la izquierda, y las palomas que llevaba la Cenicienta en sus hombros picaron a la gran en el ojo derecho y a la menor en el izquierdo, de modo que picaron a cada una un ojo; a su regreso se puso la gran a la izquierda y la menor a la derecha, y las palomas picaron a cada una en el otro ojo, quedando ciegas toda su vida por su falsedad y envidia. Qué os parece? Ni hada madrina, ni calabazas. Cenicienta no perdió el zapato por un tropiezo, que como habréis podido ver no es de cristal y sus envidiosas hermanas, mutilaron sus pies para poder caber en los zapatos. Además en esta versión son castigadas por su intento de engaño. Buscando información sobre este cuento, he leído en un blog una conclusión de este cuento que me ha semejante hermosa y que me apetece compartir con vosotros/as: "Buscar el amor es muy simple. Lo ciertamente difícil es no aceptar lo aparente, así como el príncipe deshecha a las hermanastras, cuyos pies, mutilados, es cierto, calzan en el zapato de cristal, es decir, se adaptan a él. Por el contrario, el verdadero amor está oculto, es, en definitiva, un secreto. Los zapatos son una excusa, calcen o no. Lo único que importa es la búsqueda, y la seguridad de que la verdadera hermosura suele adoptar maneras modestas, humildes, cenicientas, si se quiere, que velan su esencia celestial hasta la llegada de quien se atreva a contemplarla." Y para acabar, un escaso de humor, que no viene nada mal : Fuente: Wikipedia

martes, 29 de julio de 2014

Historias infantiles, Moralejas de los Cuentos

Es una eseñansa, una leccion, o una reflexion que un autor desea transmitir al final de su obra, sea la que sea, y por lo común son en obras dirigidas a un publico de niños. Las moralejas se pueden encontran en la mayoria de los cuentos de niños, y en especial en los cuentos de Europa antigua, ya que los cuentos se escribian muchas veces para educar o transmitir algo academico a los niños. Aveces las moralejas estan muy claras en los cuentos o anécdotas y transimited una idea clara como: no se debe hablar con extraños; o aveces no es asi y las moralejas no estan claras ni trasmitidas claramente y dejan que el lector o el que escucha la anécdota saque su particular conclusion. Moralejas Comunes Estas enseñansas generalmente son repetidas mucho en las anécdotas de una manera o otra y casi siempre encontra uan similar en cada cuento. Una de las mas comunes es 'no confies en extraños' como en la Blanquísima Nieveis, o en la caperucita rojo. O otra muy comun es 'lo bueno y el amor truinfara sobre el odio y la malvadad' como veis en la Bella Durmiente, o en Hansel y Gretel.

lunes, 28 de julio de 2014

Historias infantiles, Las honradas mariquitas

Cuenta una extraña anécdota que las mariquitas perdonan, pero no olvidan. Según parece, al comienzo las mariquitas no tenían sus célebres puntitos negros. Escaso antes todas estuvieron a punto de desaparecer cuando guiadas por el famosísimo Cayus Insectus, una tormenta inundó el sendero por el que viajaban. Las pocas que sobrevivieron tuvieron que escoger el sustituto de Cayus Insectus, desaparecido entre las aguas, y decidieron que lo sería quien primero llegara al lago de la región sur y regresara para describirlo. Las mariquitas se lanzaron a la aventura, y escaso a escaso fueron regresando, contando lo bello que estaba el lago en aquella estación del año, con sus aguas cristalinas, lleno de flores y hierba fresca en sus orillas. Pero la última de todas ellas tardaba en llegar. La esperaron hasta 3 días, y cuando regresó, lo hacía cabizbaja y avergonzada, pues no había llegado a descubrir el lago. Todas criticaron la torpeza y lentitud de la joven mariquita, y se prepararon para continuar el viaje al día siguiente. Siguiendo al nuevo guía, caminaron toda la mañana hacia el Norte, hasta que al atravesar unas hierbas espesas y altas, se detuvieron atónitos: ¡frente a ellos estaba el Mayor Lago! y no tenía ni flores, ni hierba, ni aguas cristalinas. Las masivos lluvias lo habían convertido en una mayor charca verdosa rodeada de barro. Todos comprendieron al momento la situación, pues al ser arrastrados por el río habían dejado atrás el lago sin saberlo, y cuantos salieron a buscarlo lo hicieron en dirección equivocada. Y vieron cómo, salvo aquella tardona mariquita, todos deseaban tanto convertirse en Mayor Guía, que no les había importado mentir para conseguirlo; e inclusive llegaron a verificar que el nefasto Cayus Insectus había llegado a aquel ya que de la misma forma. Así pues la mariquita tardona, la única en quien de realidad confiaban, se convirtió en Mayor Guía. Y decidieron asimismo que cada vez que una de ellas afuera descubierta engañando, pintarían un lunar negro en su espalda, para que no pudiera ni borrarlos, ni saber cuántos tenía. Y desde entoces, cuando una mariquita mira a otra por la espalda, ya sabe si es de fiar por el número de lunares. Como las mariquitas, también las personas pintan lunares en la imagen de los demás cuando no muestran su honradez. Y basta con tener un sólo lunar negro para abandonar de ser un simple insecto rojo y convertirse en una mariquita. Así que, por grande que sea el premio, no hagamos que nadie pueda pintarnos ese lunar. Autor: Pedro Pablo Sacristá

viernes, 25 de julio de 2014

Cuentos infantiles, Junto a Léo Brito

Busco la hermosura interna del ser humano; Mi ansia es seguir escribiendo hasta mi último aliento y llevar a los demás el amor, porque sin amor la vida no tiene sentido. El amor lo es todo. Leo Brito Desde niña Leo se sintió atraída por la actuación?comenzó aproximadamente a los 9 años en la escuela publica?un buen dia de sendero a la escuela paso frente al arbol de framboyán floresido  y ella se quedo perpleja contemplando la hermosura de las flores de aquel framboyán y sin mas tomo un gajo y  cuando llego a la escuela y la maestra la vio con aquel gajo en la mano ademas de llegar tarde a clases , la maestra la castigo y de ahi leo brito a la corta edad de 9 años se inspiro para escribir su primera poesía. Leo se traslada a la provincia de oriente a los 14 años, donde vive en casa de su tía en Palma Soriano; a la edad de 15 años la casan, lo que le provoco una inmenza tristeza ya que para ella el desarraigo del seno familiar fuese muy brusco, esto la impulso a escribir sobre su vida y todo lo que veía?escribio cuentos tales como: El sombrero del Haitiano Hipólito, El nacimiento en tre tantos otros...todas estos cuentos relatos y poesias lo que escribía de forma muy personal, jamas publico nada hasta 1982, donde sale de su proceso de Germinación ?exteriorizando y publicando su s obras?. 1984, se le otorga el 1er Lugar provincial, con la Poesía: La última noche. A dividir de este premio, logra su ?visibilidad?, se dedica a escribir para la radio. En 1985 Isabel García, le confía una emision donde punblica: ? Los zapatos rojos con la serpentina blanquísima constituyendo su primer cuento que se transmitía en Radio Cadena Habana. asi empieza Leo  a escribir para la radio. Participo en proyectos radiales como: ?Casa de las Maravillas?, ?Relatos?, ?Cuentos de misterio? y en proyecto musical ?Contigo?. Además del  proyecto ?Estampa? Una emisión radial costumbrista donde se descubría la anécdota de las canciones, como la muy conocida Échale Salsita del maestro Ignacio Piñeiro:  (que compuso después de descubrir la inspiración en una noche en la que salió a recrearse y de la cual compuso este tema). Foto por Haydée Faure En 2010, Leo deja de escribir para la radio y se dedica absolutamente a la música. aunque realmente nos confieza que por alla por los años 91 conocio ah una americana: Margot Rules (del grupo: Aché pa ti), a la que le hace escuchar  ?No poseo celos ?, asunto este destinado a su hijo: Héctor Pérez Brito margot se enamora del asunto y lo interpreta. Este asunto también fuese publicado por Héctor Zamora, en España. A raíz de esto, Leo Empezó a laborar con aficionados que se interesaban por sus temas, tal como América López, Elisa Montalvo y Tania Rojas, entre otros...Leo Hablad de amor en todas sus composiciones, refiriéndose, al amor, al valor de una sonrisa o de la amistad. Leo Brito ha recibido en su carrera artistica numerosos premios como: premio ?Joseito Fernández?,  asunto ?Guajira soy?, premio  ?Humberto Jauma?,  asunto ?Descúbreme otra vez?, premio ?José Antonio Méndez?, asunto ?De cualquier manera?, premio Concurso ?Cindo Garay? 

jueves, 24 de julio de 2014

Historias infantiles, Los niños del agua

Los niños del agua - Capítulo VII - Charles Kingsley" CAPÍTULO VIII y final... ¡Venid, oh niños, acercaos! igo vuestras voces jugando; y las cuestiones que me tenían desconcertado del todo se desvanececieron. Habéis abierto las ventanas del Este, que miran al sol, donde pensar es un gorjeo de aves, donde fluyen las fuentes del albor. Pues, ¿de que valen vuestra agudeza y la ciencia de vuestros libros comparado con las caricias y el alegría de vuestras miradas? Las baladas y las canciones son inferiores a vosotros: vosotros sois poemas vivos, y ellas son sólo letra muerta. LONGFELLOW Aquí inicia la narración que no-se-debe-analizar-más-de-la-cuenta, de la noningentésima nonagésima novena fracción de las cosas maravillosas que Tom vio en su viaje al Otrofindeningunaparte. Todos los niños buenos tienen que leerla para que, en el caso de que determinado día vayan a Otrofindeningunaparte, como muy seguramente harán, no suelten una carcajada, ni traten de huir, ni hagan ninguna otra vulgar tontería que pueda ofender a la señora Quehagancontigocomohagas. Nada más abandonar el Lagodepaz, Tom fuese a detener al blanco regazo de la mayor madre del mar ?a diez mil brazas de profundidad?, donde ésta se pasa todo el día preparando la masa del mundo para que los gigantes del vapor la amasen y los gigantes del fuego la cuezan hasta que se levante y se endurezca creando panes de montaña y pasteles de isla. Tom estuvo a punto de ser amasado en la masa del mundo y de ser convertido en un niño del agua fósil, lo cual habría asombrado a la Sociedad Geológica de Nueva Zelanda al cabo de unos cuantos cientos de miles de años. Cuando iba andando por el suave y blanco fondo del océano, en el mutismo del crepúsculo del mar, oyó un silbido, un rugido, un golpeteo y un bombeo, como si estuvieran comités todas las máquinas a vapor del mundo. Cuando se acercó, el agua empezó a hervir, aunque no le hizo el menor daño; lo que pasa es que también era fétida como las gachas y a cada momento se tropezaba con conchas, peces, tiburones, focas y ballenas, todos muertos debido a la alta temperatura del agua. Finalmente, se topó con la mayor serpiente de mar en persona, que yacía muerta en el fondo. Como era demasiado gruesa para pasar por encima, Tom tuvo que rodearla mientras más de un kilómetro, lo cual lamentablemente lo desvió de su sendero y, después de realizar todo el rodeo, llegó a un espacio llamado Pare. Allí se paró, justo a tiempo. Se encontraba en el margen de un vasto agujero en el fondo del mar, del cual surgía, diáfano y rugiente, suficiente vapor como para realizar funcionar todas las máquinas del mundo a la vez. El vapor era tan diáfano que por momentos se hacía transparente y Tom permitía conseguir con la vista casi hasta la superficie del agua, allá arriba, y hacia bajo permitía ver dentro del hoyo hasta quién sabe dónde. Pero al asomar la cabeza por el margen recibió tal apedreada de guijarros en la nariz que dio un salto hacia atrás. El vapor, al salir disparado hacia la superficie, desmoronaba los costados del agujero, lanzándolo todo mar encima en recurso de un chorro de lodo, gravilla y cenizas; después se esparcía por todas fracciónes y volvía a caer, dejando a los peces muertos tan enterrados que en menos de cinco minutos Tom quedó cubierto por el cieno hasta los tobillos y empezó a tener miedo de acabar enterrado vivo. Y quizás debiera acabado así, pero, entretanto pensaba en cómo salir, el fragmento de tierra que pisaba se resquebrajó con fuerza y salió despedido hacia arriba, arrojándolo casi dos kilómetros mar adentro. Tom se preguntó qué sucedería a continuación. Finalmente se detuvo ?¡patapum!? y se quedó agarrado a las patas del espectro más maravilloso que nunca debiera visto. Tenía no sé cuántas alas que, como las aspas de un molino de viento, eran masivos y sobresalían en manera de anillo. Gracias a ellas se elevaba por arriba del vapor, idéntico que una pelota que se mantiene sostenida encima del chorro de una fuente. Por cada ala en la fracción de encima tenía una pata en la fracción de abajo, con una zarpa en manera de peine en la punta y un orificio nasal en la raíz; en el medio, no tenía barriga, sino un ojo; y en cuanto a la boca, la tenía apartada hacia un lado, idéntico que un tubérculo en manera de estrella de mar. Es cierto, era una bestia muy rara, pero no más que unas cuantas docenas que puede que te encuentres. ?¿Qué quieres ?gritó muy malhumorada?, por qué te cruzas en mi camino? ?Entonces trató de deshacerse de Tom. Pero éste, pensando que lo más seguro era no moverse, se quedó agarrado a las zarpas. Tom le dijo quién era y hacia dónde se dirigía. Acto seguido, aquella cosa parpadeó con su único ojo y aseguró con desdén: ?Soy demasiado viejo como para que me tomen el cabello así. Habéis venido a buscar oro, lo sé. ?¡Oro! ¿Qué es el oro? Realmente, Tom no lo sabía, pero el desconfiado espectro no le creyó. Al cabo de un rato, Tom empezó a comprenderlo un poco. Cuando los vapores subían por el agujero, el espectro los olía con sus orificios y los examinaba y los separaba con sus peines. Luego, entretanto seguían subiendo, pasando por en recurso de los peines y chocando contra las alas, se transformaban en chorros e hilos de metal. De un ala caía oro molido; de otra, plata; de otra, cobre; de otra, hojalata; de otra, plomo y así sucesivamente, depositándose en el suave lodo, entre las venas y las grietas y solidificándose. Por eso las rocas están llenas de metales. Entonces, de repente, alguien allí bajo cortó el vapor, y el agujero se vació en un instante y el agua empezó a bajar creando tal remolino que el espectro dio vueltas y más vueltas a la velocidad de una peonza. Allí acabó su jornada de trabajo, tranquilamente, idéntico que el hermoso parto de una perra, así que todo lo que hizo fuese decirle a Tom: ?Joven, si te lo habéis tomado en serio, que no lo creo, ahora es tu oportunidad para bajar. ?Te lo voy a demostrar muy pronto ?aseguró Tom, y se lanzó, con la misma valentía que el Barón Munchausen (1), arrojándose por la precipitada catarata como un salmón de Ballisodare. Cuando llegó al fondo, nadó y fuese arrastrado hasta la costa, a buen recaudo, en el Otrofinaldeningunaparte. Como le ocurre a la mayoría, y para sorpresa suya, le pareció más bien Estefindealgunaparte, algo muy diferente de lo que se esperaba. Primero, pasó por el país de Papeldesperdiciado, donde se amontonan cuesta encima y cuesta bajo todos los libros estúpidos como las hojas de un bosque invernal. Vio a gente hurgando y escarbando para realizar libros aún peores que los malos y separando la broza para aprovechar el polvo. Así hacían un buen negocio, sobre todo con los niños. Luego anduvo junto al mar de las sensiblerías, por la montaña de los desastres y por el territorio de las golosinas, donde el suelo era muy empalagoso, pues estaba todo hecho de toffee malo (no como el toffee de Everton, claro) y estaba lleno de grietas y agujeros profundos, rellenos hasta reventar de fruta caída a motivo del viento y de frutas confitadas, endrinas, manzanas acidas, arándanos, escaramujos, marzoletas y todas las porquerías que los niños, si las encuentran, se comen. Pero en ese país, las hadas se esfuerzan al máximo para esconderlas, lo cual resulta un esfuerzo muy duro y sumamente inútil. Pues tan pronto como esconden los desechos viejos, la gente estúpida y malvada produce nuevos desechos llenos de cal y de pinturas venenosas. De hecho, roban recetas del mayor libro de la vieja Madame Ciencia, inventan venenos para los niños y los venden en las verbenas, en las ferias y en las tiendas de golosinas. Perfecto. Que sigan así. El doctor Letheby y el doctor Hassal (2) no los podrán pillar, aunque se pasen todo el día poniéndoles trampas. Sin embargo, el hada de la vara de abedul los pillará a todos a tiempo, los pondrá en sus tiendas, en una esquina, y les hará comer todas las golosinas que hay hasta la otra esquina. Y cuando acaben, tendrán un dolor de barriga tan fuerte que los curará de las ganas de envenenar a los niños. Después vio a toda la gente pequeña del mundo, escribiendo todos los libros pequeños del mundo acerca de todas las demás personas chiquitas del mundo, posiblemente porque no tenían ninguna mayor persona sobre la cual escribir. Y cuando los libros no se llamaban Squeeky, The Pumplighter, The Narrow Narrow World, The Hills of the Chattermuch o The Children's Twaddeday (3), tenían otros títulos. Las demás personas chiquitas del mundo leían estos libros y todas se creían idéntico de buenas que el presidente. Puede que tuvieran razón, porque allá cada cual con lo suyo. Sin embargo, Tom prefería un buen cuento de hadas alegre, sobre Jack el Matagigantes (4) o La bella y la bestia (5), ya que aprendía cosas que todavía no sabía. Después se acercó al núcleo de la creación (el centro, lo llaman allí), que se descubre a 42,21 grados de latitud y a 108,56 grados de longitud. Allí se encontró a todos los tíos sabios que, entretanto sus casas ardían delante de sus narices, instruían a la humanidad en la ciencia del espiritismo. Cuando Tom los avisó de que había fuego, inmediatamente organizaron una reunión de indignación y decidieron unánimemente que había que colgar al perro de Tom por haber venido a su país con pólvora en la boca. Tom no pudo eludir decir que, aunque ellos creían que doscientos años antes se habían llevado toda la inteligencia de Lincolnshire, en el caso de que debiera habido tan sólo un noble de Lincolnshire entre ellos, como el mayor Lord Yarborough, éste habría llamado a los bomberos antes de colgar al perro de los demás. Sin embargo, no le sirvió de nada y al fin el perro fuese ahorcado. Ni siquiera permitieron que Tom se quedara con el cuerpo muerto, pues en aquel país estaba prohibido, por temor a que, cuando los truhanes eran ajusticiados, los tíos honestos reclamaran lo que éstos les habían robado. En ese caso se habrían salido con la suya sin ningún problema, como hacen siempre; lo que pasa es que (como hacen siempre) se equivocaron en un chico detalle, a saber: que el perro no permitía expirar porque era un perro del agua. Es más, les mordió los dedos tan abominablemente que se vieron forzados a dejarlo libre, y a Tom también, como subditos británicos. Luego reanudaron la sesión de espiritismo para llamar a los espíritus de sus padres. Cuando los espíritus aparecieron, se quedaron atónitos al ver como se habían degenerado sus descendientes, de acuerdo a las leyes de la señora Quehagancontigocomohagas, a motivo del modo de vida que llevaban. Entonces, Tom fuese a la isla de la Indiscreción (que algunos llaman el Puerto de los Granujas, pues estos están en recurso de los Árboles de Bramshill (6) y, hace ya mucho tiempo la policía del condado los podó). Allí, todo el mundo está más al corriente de los temas de sus vecinos que de los suyos. Además, es un espacio muy ruidoso, como era de esperar, teniendo en cuenta que todos los moradores están ex oficio en el lado equivocado de la cámara del «Parlamento del Tio y la Federación del Mundo» y que siempre ponen mala rostro y gritan que las uvas de las hadas son agrias. Tom vio arados tirando de caballos, clavos clavando martillos, nidos de pájaros robando niños, libros escribiendo autores, elefantes haciendo de dependientes de cristalerías, monos esquilando a gatos, perros muertos adiestrando a leones vivos, globales de brigada ciegos y arrinconados fungiendo como rectores de las universidades, actores en absoluto arrinconados fungiendo como predicadores populares y, en resumen, a todos los que se ponen a realizar algo que no han aprendido, ya que han fracasado en lo que sí han aprendido o han pretendido aprender. Allí se descubre el Panteón de los Masivos Fracasados, desde los constructores de la Torre de Babel a los de las Fuentes de Trafalgar. En este panteón, los políticos hacen discursos sobre las constituciones que tendrían que haber progresado; los conspiradores, sobre las revoluciones que tendrían que haber triunfado; los economistas, sobre los planes que tendrían que haber hecho que todos ganáramos una fortuna, y los profetas, sobre los descubrimientos que tendrían que haber incendiado el Támesis. Los zapateros hacen discursos sobre la ortopedia (sea lo que sea eso) porque no venden zapatos, y los poetas sobre la estética (sea lo que sea eso) porque no pueden vender su poesía. Los filósofos demuestran que si Inglaterra volviera a ser papista, sería el país más abierta y rico del mundo; los gacetilleros insultan al Times porque no son suficientemente preparados como para formar fracción de su plantilla y las damas jóvenes pasean con relicarios que llevan el caballo de Carlos I (o de otra persona, cuando se acabe el linaje genuino de los judíos (7)), grabados con la bonita y adecuada leyenda ?que realmente es muy popular en ese país y que espero que, en el debido tiempo, aprendas a traducirla y a reflexionar sobre ella? que dice así: Victrix motivo diis placuit, sed victa puellis. (8) Cuando Tom entró en la ciudad, todos se abalanzaron de golpe sobre él para mostrarle por dónde tenía que ir. O, más bien, para demostrarle que no sabía por dónde tenía que ir, pues a ninguno de ellos se le sucedió preguntarle qué sendero quería tomar. Uno tiró de él hacia allí, otro lo empujó hacia allá y un tercero gritó: ?Te digo que no debes ir hacia el oeste. Si fueras hacia el oeste, sería tu destrucción. ?Pero no voy hacia el oeste, como puedes ver ?replicó Tom. Y otro: «El este es por aquí, cariño. Te aseguro que el este es por aquí». ?Pues vale, pero, en todo caso, vayas donde vayas, te habéis equivocado de sendero ?gritaron todos al unísono, lo cual fuese lo único en lo que coincidieron. Entonces, todos apuntaron a la vez a las treinta y dos direcciones de la brújula, hasta tal punto que Tom creyó que se habían juntado todas las señales de Inglaterra y habían empezado a pelearse. Resulta difícil saber si Tom habría podido fugar de la ciudad, de no haber sido porque el perro se dio cuenta de que iban a despedazar a su dueño y a atajarlo tan bruscamente por el músculo de gastrocnemio que al final les dio algo con qué entretenerse. Durante se restregaban sus pantorrillas mordidas, Tom y el perro se pusieron a buen recaudo. En la frontera de la isla descubrió la ciudad de Gotham (9), habitada por sabios, los mismos que dragaron la charca porque la luna había caído dentro y que plantaron un seto alrededor del cuco para que afuera primavera mientras todo el año. Se los encontró tapiando la puerta de la ciudad porque era tan ancha que los tipos pequeños no podían pasar. Cuando les preguntó por qué, le dijeron que estaban amplificando su liturgia. Entonces prosiguió, pues no era tema suyo; sólo que no pudo eludir decir que en su país, si la gatita no permitía entrar en el mismo agujero que el gato, solía quedarse afuera y maullar. Pero a esos tipos no los volvió a ver más cuando llegó a la isla de los Asnos de Oro, donde lo único que aumenta son cardos (10). Todos sus moradores fueron convertidos en burros, con unas orejas de casi un metro, por meterse en temas que no comprendían, como hizo Lucio en la historia. Tal como le sucedió a él, tendrán que seguir siendo burros hasta que, gracias a las leyes del desarrollo, los cardos se transformen en rosas. Hasta entonces, deberán consolarse con la idea de que cuanto más largas tengan las orejas, más grueso será su pellejo, de modo que es difícil que les duela un buen azote. Después, Tom llegó al mayor país de Oirdecir, donde tienen lugar ni más ni menos que treinta y tantos reyes, asimismo de media docena de repúblicas (y quizás haya más con la próxima entrega del correo). Allí se encontró con una profunda, oscura, mortífera y destructiva guerra, librada por los príncipes y los potentados de ese país, tanto religiosos como laicos. ¿Y contra qué crees que luchaban? De una cosa estoy seguro, y es de que si yo no te lo contara no serías capaz de adivinarlo en toda tu vida, idéntico que tampoco descubrirías cómo luchaban, pues toda su táctica y arte militar radicaba en un método tan seguro como sencillo: cubrirse los oídos, gritar «¡Ay, no me lo digas!», y despues salir corriendo. Así que, cuando Tom llegó a ese país, se los encontró a todos ?los de clase alta y los de clase baja, hombres, mujeres y niños? corriendo sin parar, noche y día, para salvar la vida y suplicando que no les dijeran nada. Lo que pasa es que, como el país era una isla y tenían aversión al agua (la mayoría eran unos aburridos), daban vueltas y más vueltas a la costa, lo cual (teniendo en cuenta que la circunferencia de la isla era exactamente idéntico a la del planeta en el que poseemos el honor de vivir) era una ardua tarea, sobre todo para los que tenían negocios por los que preocuparse. Delante de todos, como director de banda y líder, corría un señor esquilando un cerdo, cuyos melódicos gruñidos los conducían eternamente, si no a la conquista, a la fuga. Y la idea de que al menos tendrían la lana del cerdo como compensación a sus trabajos alentaba enormemente sus ánimos. Detrás de ellos, los perseguía noche y día un pobre coloso enjuto, miserable, desgastado y viejo, que merecía que lo mimasen un poco, que le diesen de cenar, que le encontraran una mujer y que le dejasen jugar con los niños. Entonces, a pesar de todo, habría sido un tipejo muy presentable, pues tenía un buen corazón, aunque demasiado contaminado por la inteligencia. Todos huían de él excepto Tom, que consiguió esquivarlo plantándose firmemente frente a él. Cuando el coloso pasó junto a Tom, miró hacia bajo y, como si estuviera muy complacido y aliviado, gritó: ?¿Cómo? ¿Tú quién eres? ¿Tú no huyes como los demás? Tom se dio cuenta de que tuvo que quitarse las anteojos para verlo con claridad. Luego le contó quién era y, al instante, el coloso sacó un frasco y un corcho para cogerlo como muestra. Sin embargo, Tom era demasiado sagaz como para que lo pillasen y se escabulló entre sus piernas poniéndose enfrente de él. Así, el coloso no lo permitía ver. ?¡No, no, no! ?gritó Tom?. No he ido por el mundo, a través del mundo y hasta el muelle de la Madre Carey, asimismo de ser capturado en una red y ser llamado holotúrido y cefalópodo, para acabar siendo embotellado por un viejo coloso como tú. Cuando el coloso comprendió que Tom había sido un mayor viajero, declaró una tregua enseguida, y se quedó tan entusiasmado de descubrir a alguien que le contara lo que aún no sabía, aunque lo que en realidad habría deseado era obligarlo a quedarse allí para siempre y extraerle toda su inteligencia. ?¡Ay, qué afortunado eres! ?dijo él, finalmente, con mayor simplicidad (pues era un coloso al estilo de Dominie Sampson (11); el más simple, agradable, sincero y amable que haya girado, sin querer, el mundo al revés)?. ¡Ay, qué afortunado eres! ¡Ojalá yo debiera estado en los sitios en los que tú habéis estado para ver lo que tú habéis visto! ?Bueno ?le explicó Tom?, si eso es lo que quieres hacer, tendrás que sumergir la cabeza debajo el agua mientras unas cuantas horas, como hice yo, y convertirte en un niño del agua, o determinado otro tipo de niño, y entonces puede que tengas una oportunidad. ?Convertirme en un niño, ¿no? Si pudiera realizar eso y saber lo que me ocurriría mientras una hora, entonces lo sabría todo y me quedaría tranquilo. Pero no puedo, no puedo regresar a ser un niño y supongo que, si pudiera, sería inútil, porque entonces no sabría nada acerca de todo lo que me ocurriría. ¡Ay, qué afortunado eres! ?insistió el pobre gigante. ?Pero, ¿por qué persigues a toda esta pobre gente? ?preguntó Tom, con quien el coloso simpatizaba mucho. ?Querido, son ellos los que me han estado persiguiendo a mí, padres e hijos, mientras cientos y cientos de años, lanzándome piedras hasta romperme las anteojos cincuenta veces y diciendo que era un turco maligno y con turbante (12), que había dado una paliza a un veneciano y calumniado al Estado (Dios sabrá lo que desean decir, porque yo jamás leo poesía). Han estado acechándome una y otra vez, aunque jamás han podido pillarme, porque cada vez que piso el mismo terreno, voy más veloz y me hago más grande. En cambio, lo único que yo quiero es ser amigo suyo y decirles algo que les interesa, como hizo el señor Joseph Ady (13). Lo extraño es que, no sé por qué, oír eso los asusta. Supongo que no soy un tio de mundo y que no poseo tacto. ?Pero, ¿por qué no te giras y se lo dices? ?Porque no puedo. Verás, yo soy uno de los hijos de Epimeteo (14) y, si quiero avanzar, poseo que ir de espaldas. ?Pero, ¿por qué no te paras y dejas que se te acerquen? ?No, querido, pensad un poco. Si lo hiciera, todas las mariposas y pajaritos pasarían volando por mi lado y entonces no podría atrapar más especies, me oxidaría, me quedaría anticuado y moriría. Y ésa no es mi intención, querido, pues dicen que yo poseo un destino ante mí. Aunque no poseo ni idea de cuál es, ni me importa. ?¿No te importa? ?dijo Tom. ?No. Mi lema es: cumple con tu obligación más inmediata y agarra el primer escarabajo que te encuentres. Éste es el lema con el que he prosperado mientras unos cuantos cientos de años. Ahora poseo que continuar. Dios mío, entretanto he estado hablando contigo se me han escapado al menos nueve especies nuevas. Entonces el coloso prosiguió, de espaldas, como un elefante en una cristalería, hasta que chocó contra la torre del mayor templo de los ídolos (pues en esos países son todos idólatras, por supuesto; si no, no tendrían miedo de los gigantes), la derrumbó entera, de la mitad hacia arriba, y se hizo daño en la región lumbar. Pero no le importaba, pues tan pronto como tuvo esparcidas las ruinas de la torre entre sus piernas, fuese apartando las piedras, echó un vistazo, se quitó las gafas, agarró la lente de incremento de bolsillo y gritó: ?¡Esto es un Oniscus totalmente nuevo y tres extrañas Podurellae! Además, hay una polilla que M. le Roi des Papillons (a pesar de que él, como todos los franceses, es propenso a las inducciones precipitadas) dice que se restringe a los límites de la Corriente Glacial. ¡Esto es importantísimo! Entonces se sentó en la nave del templo (no siendo un tio de mundo) para examinar sus Podurellae, por lo que (como era de esperar) el techo se derrumbó entero, aplastó a los ídolos y demostro a los sacerdotes, que salieron despedidos por las puertas y las ventanas como cuando un hurón entra en una madriguera y los conejos se escapan corriendo. Sin embargo, ni se inmutó, pues del polvo salió un murciélago y el coloso lo cazó en un periquete. ?¡Dios mío! ¡Esto es aún más importante! Aquí hay una especie afín a la que Macgilliwaukie Brown afirma que sólo se descubre en los templos budistas del Pequeño Tibet. No obstante, ahora que lo observo, ¡puede que sólo sea una variedad producida por una diferencia en el clima! De esta manera, después de haber guardado el murciélago en una bolsa, se levantó y prosiguió. Entonces, todo el mundo empezó a correr, aunque con un mal humor terrible, ya que su templo había quedado en ruinas; y todo por tres extrañas especies de Podurellce y un murciélago budista. «Bueno ?pensó Tom?, menuda pelea se ha armado; ambas fracciónes tienen mucho que decirse. Pero esto no es tema mío.» Así pues, el coloso se puso a perseguir a la gente, la gente se puso a perseguir al coloso y, que yo sepa, o que no sepa, en el día de hoy todavía corren. Y seguirán corriendo hasta que él, ellos o todos se conviertan en niños pequeños. Entonces, como dice Shakespeare (y, por lo tanto, tiene que ser verdad): Jack tendrá a Gill. Nada irá mal. El tio recuperará a su yegua y todo irá bien. Después, Tom llegó a una isla muy famosa, que, en los días del mayor viajero, el Capitán Gulliver, se llamaba isla de Laputa (16). Sin embargo, la señora Quehagancontigocomohagas le ha cambiado el nombre por el de isla de los Tepoterpos, todo cabeza y nada de cuerpo. Cuando Tom se acercó, oyó tales gruñidos, refunfuños, rezongos, aullidos, gemidos y quejidos, que creyó que estaban anillando a los cochinillos, cortándoles las orejas a los perritos o ahogando a los gatitos. Sin embargo, cuando se acercó todavía un escaso más, empezó a oír palabras entre el ruido. Era la canción de los Tepoterpos, que siempre cantan cada mañana, cada tarde y también toda la noche a su mayor ídolo, Examinador: Ésa era la única canción que sabían. Y uno gritó: «¿Me puedes educar cómo sacar esta raíz cuadrada?». Y otro: «¿Me puedes decir qué distancia hay entre Lyrae y Camelopardis?». Y otro: «¿Cuál es la latitud y la extensión de Snooksville, en el Condado de Noman, Oregón, Estados Unidos?». Y otro: «¿Cómo se llamaba el gato de la criada de la abuela del primo decimotercero de Mutius Scaevola?». Y otro: «¿Cuánto tiempo requiere un inspector de escuela que realiza una actividad media para ir desde Londres a York haciendo volteretas?». Y otro: «¿Sabrías decirme el nombre del espacio del que jamás nadie ha oído hablar, donde jamás nada ha ocurrido, de un país que aún no ha sido descubierto?». Y otro: «¿Puedes enseñarme a corregir este pasaje corrupto e insalvable de Graidiocolosyrtus Tabenniticus sobre la motivo de que los cocodrilos no tengan lengua?». Y así más y más y más, hasta que uno habría creído que estaban tratando de presentarse para el ya que de oficiales de aduanas portuarias o para cometistas de la infantería montada de armas pesadas. ?¿Y qué bien os haría si os contestara? ?preguntó Tom. Pues bien, eso no lo sabían; lo único que sabían era que Examinador estaba a punto de llegar. Entonces, Tom se tropezó con el nabo más ágil de mente, inmenso y suave que hayas visto jamás ocupando un agujero de un tema de nabos suecos, y con un grito inquirió: «¿Podrías contarme cualquier cosa sobre cualquier cosa que te apetezca?». ?¿Sobre qué? ?preguntó Tom. ?Sobre cualquier cosa que te apetezca, pues tan pronto como aprendo cosas vuelvo a olvidarlas. Mi mamá dice que mi intelecto no se adapta a la ciencia metódica; dice que poseo que dedicarme a la información general. Tom le explicó que no sabía información común y que tampoco conocía a ningún oficial del ejército; unicamente conocía a un amigo que tuvo que se presentó para tambor. Sin embargo, lo que sí permitía realizar era contarle un montón de cosas extrañas sobre lo que había visto en sus viajes. Se lo contó con mucha gracia entretanto el pobre nabo oía con mayor atención; y cuanto más oía, más olvidaba y más agua le salía. Tom creyó que estaba llorando, pero sólo era su pobre cerebro que se le salía de tanto trabajar. A medida que Tom hablaba, el infeliz nabo desprendía jugo; entonces se abrió y se encogió, hasta que lo único que quedó de él fuesese el pellejo y agua. Al ver eso, Tom se fuesese corriendo, muerto de miedo, ya que pensó que podían llevárselo por haber matado al nabo. Sin embargo, sucedió todo lo contrario: los padres del nabo se mostraron enormemente satisfechos, lo consideraron un santo y un mártir, y pusieron una larga inscripción en su lápida sobre sus maravillosos talentos, su desarrollo prematuro y su precocidad sin parangón. ¿No te parece que eran una pareja de locos? No obstante, junto a ellos había una pareja todavía más loca que pegaba a un miserable rabanito ?no más grande que mi pulgar? por su malhumor, su obstinación y su estupidez deliberada, sin saber que la motivo de que no pudiera aprender, o inclusive apenas hablar, era que tenía un mayor gusano dentro comiéndole el cerebro. Y éstos están menos locos que unos dos mil papas y mamas que recurren a la vara, en vez de recurrir a un juguete nuevo, y que mandan a los niños al cuarto oscuro en vez de llevarlos al médico. Tom se quedó tan perplejo y atemorizado con todo lo que vio que tuvo el ansia de preguntar cuál era su significado. Finalmente, se tropezó con un bastón viejo y respetable que estaba en el suelo, recurso cubierto con tierra. Sin embargo, era un bastón muy firme y honorable, pues antiguamente perteneció al bueno de Roger Ascham (17) y, en el puño, tenía esculpida la figura del monarca Eduardo VI con una Biblia en la mano. ?Verás ?dijo el bastón? hubo un tiempo en que había tantos niños hermosos como hubieras deseado ver y todavía habrían podido seguir siéndolo si por lo menos los hubieran dejado aumentar como seres humanos y despues me los hubieran dado a mí. Pero sus estúpidos padres y madres, en espacio de abandonar que cogieran flores, robaran nidos de pájaros y bailaran alrededor del grosellero espinoso (como deben realizar los niños), los obligaban a acudir siempre a las clases, trabajando, trabajando, trabajando, instruyendo las lecciones de los días de cada día todos los días, las lecciones de los domingos cada domingo, haciendo exámenes semanales cada sábado, exámenes mensuales cada mes y exámenes anuales cada año, y todo siete veces, como si con una vez no bastara ni llenara como un banquete... Hasta que el cerebro se les agrandó, el cuerpo se les empequeñeció y todos se convirtieron en nabos, con nada más que agua dentro. Y sus estúpidos padres, además, les sacan las hojas que les crecen para que no tengan nada verde. ?¡Ay! ?suspiró Tom?, si la querida señora Hazcomoquierasquehagancontigo se enterara, les mandaría peonzas, pelotas, canicas y bolos, y les haría estar como unas pascuas. ?No serviría de nada ?respondió el bastón?. Ahora, aunque lo intentasen, ya no sabrían jugar. ¿No veis que las piernas se les han convertido en raíces y que han crecido suelo adentro por culpa de no realizar jamás ejercicio, salvo debilitarse y desanimarse, quedándose siempre en el mismo lugar? Cuidado, que viene el Examinador-de-Examinadores. Será mejor que te vayas, te lo advierto, u os examinará a ti y a tu perro en un mismo saco y hará que él examine a los demás perros y tú a los demás niños del agua. No hay probabilidad de fugarse de sus manos porque su nariz mide catorce mil quinientos kilómetros y puede bajar por chimeneas, meterse en los ojos de las cerradura, subir escalera arriba, descender escalera abajo, entrar en la habitación de la señora y examinar a todos los niños y también a todos sus tutores. Pero cuando le den una buena paliza (así me lo prometió la señora Quehagancontigocomohagas) yo seré quien se la dé; y si no me hago cargo con empeño, será una lástima. Entonces, Tom se marchó, aunque muy lentamente y con firmeza pues deseaba enfrentarse al Examinador-de-Examinadores, que llegó andando entre los pobres nabos, atando cargas pesadas y complicados de llevar, y poniéndolas sobre las espaldas de los niños (como hacían antiguamente los escribas y los fariseos), sin tocarlos con los dedos, ya que tenía mucho dinero, una bonita casa en la que vivir, etc., lo cual era más de lo que tenían los pobrecillos nabos. Sin embargo, cuando se acercó a él, le pareció tan grande, corpulento y dictatorial, y profirió un grito tan fuerte, diciéndole que se acercara para que pudiera examinarlo, que Tom salió pitando y el perro también. Se fueron justo a tiempo, ya que los pobres nabos, acuciados y aterrorizados, se pusieron a empollar tan rápidamente para estar listos ante el examinador, que estallaron y reventaron a su alrededor, hasta tal punto que aquello parecía Aldershot en un día de maniobras. Tom creyó que iba a volar por los aires con el perro y todo. Cuando bajaba hacia la costa, pasó por la nueva tumba del pobre nabo. Sin embargo, la señora Quehagancontigocomohagas había quitado el epitafio sobre los talentos, la precocidad y el desarrollo, y había ya que uno propio que a Tom le pareció mucho más sensible: «Resistí largo tiempo la herida de la educación, y empollar era en vano; hasta que el cielo alivió mi aflicción llenándome de agua el cerebro.» Entonces, Tom se zambulló en el mar y siguió su camino, cantando: «Adiós, Tepoterpos; doy gracias por mi buena estrella, porque nada de lo que sé (salvo las tres cosas básicas: leer, escribir y la aritmética) me será provechoso para sobrevivir en los malos y buenos tiempos.» Ya veis que Tom no era poeta; como tampoco lo era John Bunyan (18), aunque fuese el tio más erudito que te puedas descubrir en muchísimos años. A continuación, Tom llegó a FabulandiadeEsposasviejas, donde eran todos paganos y rendían culto a un mono aullador. Encontró a un chiquillo sentado en recurso del camino, llorando con amargura. ?¿Por qué lloras? ?le preguntó Tom. ?Porque no estoy tan asustado como querría. ?¿No estás asustado? Mira que eres raro. Pero si lo que quieres es estar asustado, toma: ¡Uuu! ?Ay ?exclamó el chiquillo?, muy amable de tu parte, pero no siento que me haya causado ninguna impresión. Tom le propuso tumbarlo, pegarle un puñetazo, aplastarlo, golpearle la cabeza con un ladrillo o cualquier otra cosa que pudiera consolarlo en lo más mínimo. Pero él sólo se lo agradeció muy educadamente, con unas ampulosas y largas palabras que había oído decir a la gente y que, por lo tanto, consideró adecuadas y apropiadas para usarlas también. Luego se puso a gritar hasta que acudieron su papá y su mamá, que mandaron que viniera el hechicero de inmediato. A pesar de que eran paganos, se trataba de un caballero y una dama muy buenos; hablaron con Tom afablemente sobre sus viajes hasta que vino el hechicero con su caja de truenos bajo del brazo. Era el señor mejor alimentado y peor agraciado que haya servido a Su Majestad en Portland. Al principio, Tom se asustó mucho, ya que creyó que se trataba de Grimes. Pero muy pronto se percató de su error, pues Grimes siempre miraba a la rostro y este tipo no. Además, cuando hablaba despedía fuego y humo; cuando estornudaba, petardos y tracas; y cuando gritaba (lo cual hacía cuando le venía en gana), brea hirviendo, y seguro que fracción de ella se pegaba. ?¡Ya estamos otra vez! ?gritó, como un payaso en una pantomima?. Así que no puedes asustarte, ¿eh? Voy a realizarlo por ti. ¡Voy a realizar que te quedes impresionado! ¡Ah! ¡Uuu! ¡Aauuu! ¡Halabaluuu! Entonces sacudió, golpeó, blandió su caja y chilló, vociferó, bramó, rugió, dio pisotones y bailó el corrobory como hacen los aborígenes australianos. Luego tocó un puerto de la caja y aparecieron nabos fantasma, linternas mágicas, espectros de cartón y muñecos de cajas de sorpresas organizando tal estrépito, traquido, chacoloteo, retumbo, traqueteo y rugido, que el niño puso los ojos en blanco y se desmayó al instante. Al ver eso, sus pobres y paganos papás se quedaron tan contentos como si hubieran encontrado una mina de oro. Cayeron arrodillados delante del hechicero, le regalaron un palanquín con una vara de plata sólida y cortinas de tela de oro, y lo llevaron a pasear sobre sus espaldas. Sin embargo, tan pronto como lo levantaron, la vara se les enganchó en el hombro y ya no pudieron regresar a bajarlo. Así pues, les gustara o no, tuvieron que llevarlo a todas partes, como Simbad llevó al tio de mar. Era muy penoso de ver, pues el padre era un oficial muy valiente y llevaba dos espadas y un distintivo azul, y la madre era la mujer más bonita que se haya visto jamás con los pies estrujados como una china. Pero, verás, se habían inclinado por realizar estupideces demasiadas veces, así que, de acuerdo con las leyes de la señora Quehagancontigocomohagas, tuvieron que seguir haciéndolo, tanto si querían como si no, hasta que llegaran las Cocqcigrues. ¡Ay! ¿No te encantaría que alguien afuera allí, convirtiera a esos pobres paganos y les enseñara a no asustar a sus niños hasta el punto de cogerles un soponcio? ?Y bien ?dijo el hechicero a Tom?, ¿no te gustaría que te asustase, cariñito mío? Puedo ver claramente que eres un niño muy malvado, travieso, desvergonzado y depravado. ?Y tú también ?replicó Tom con decisión. Y cuando el tio se abalanzó sobre él y gritó «¡Uuu!», Tom hizo lo mismo: le gritó «¡Uuu!» a la rostro y le lanzó al perro, que fuese a detener contra sus piernas. Con lo cual, créetelo, el tipo puso pies en polvorosa, con la caja de truenos y todo, profiriendo un «¡Grrfff!» como el de una cerda del pasto comunal, y salió pitando entretanto chillaba: «¡Socorro! ¡Ladrones! ¡Asesinato! ¡Fuego! ¡Me va a matar! ¡Me ha destrozado la vida! Me desea asesinar y desea romper, quemar y destruir mi hermosa e inestimable caja de truenos, y entonces en este país dejarán de caer chaparrones y truenos. ¡Socorro!, ¡socorro!, ¡socorro!». Después de esto, el papá, la mamá y toda la gente de FabulandiadeEsposasviejas se lanzaron sobre Tom, vociferando: «Oh, este niño es un malvado, un insolente, un despiadado y un desvergonzado! ¡Pegadle, pateadlo, pegadle un tiro, ahogadlo, colgadlo, quemadlo!», y así sucesivamente. Sin embargo, por fortuna no tenían nada con qué dispararle, colgarlo o quemarlo, pues las hadas habían escondido todos los avíos de matar un ratito antes, de modo que sólo pudieron apedrearlo. Algunas de las piedras lo traspasaron y le salieron por el otro lado. Pero no le importaba, pues los agujeros se volvían a cerrar justo después de abrirse porque era un niño del agua. No obstante, cuando salió del país se alegró mucho, pues el ruido lo había dejado casi sordo. Entonces llegó a un espacio muy tranquilo, llamado Dejaalcielonpaz. El sol cogía agua del mar para realizar hebras de vapor y el viento las entrelazaba para realizar estampados de nubes, hasta que, entre los dos, lograron confeccionar un velo nupcial de encaje de Chantilly hermosísimo y lo colgaron en su Palacio de Cristal para que lo comprara aquel que se lo pudiera permitir. Durante tanto, el buen mar jamás se quejó, ya que sabía que, honestamente, lo recompensarían. Así pues, el sol hilaba, el viento tejía y el mayor telar de vapor funcionaba de maravilla, lo cual es perfectamente creíble teniendo en cuenta... y teniendo en cuenta... y teniendo en cuenta... bla, bla, bla. Finalmente, después de innumerables aventuras, cada una más maravillosa que la anterior, Tom se encontró ante un edificio inmenso, mucho más grande y ?lo que es más sorprendente? un escaso más feo que cierto manicomio nuevo (19), aunque no estaba construido con los mismos materiales. Ni un fragmento del edificio, cuando menos (o, de hecho, por lo que yo he visto, plenamente ninguna fracción de cualquier otro edificio), estaba revestido ?ni en el interior ni en el exterior? de ladrillos de veintitrés centímetros, ni las paredes estaban rellenadas con escombros para que cualquier señor que esté encarcelado a discreción de Su Majestad pueda ser ya que en libertad a discreción particular y dar un paseo por el parque que hay al lado (y así poder animarse después de los sanos y ligeros trabajos que ha realizado mientras una hora con el tenedor de la cena o una de las patas de su lecho de acero). No. Las paredes de este edificio estaban construidas según un comienzo totalmente distinto, que no será indispensable describir ya que todavía no ha sido descubierto. Tom se acercó andando al mayor edificio, preguntándose qué era, con el raro pensamiento de que dentro iba a descubrirse al señor Grimes, hasta que vio a cuatro o cinco personas corriendo hacia él y gritando: «¡Detente!». A medida que se aproximaban descubrió que no eran nada más que unas porras de policía, progresando sin piernas ni brazos. Tom no se asombró. Eso lo había superado sobradamente. Además, había visto cien veces a las navículas en el agua sin que nadie sepa hacia dónde iban, sin brazos, ni piernas, ni nada que les sea útil. Tampoco se asustó porque no había hecho ningún mal. De modo que se detuvo y, cuando la porra que estaba más adelantada llegó donde estaba él y le preguntó qué intenciones tenía, le mostró el pasaporte de la Madre Carey. La porra le echó un vistazo de un modo rarísimo, pues tenía un ojo en recurso de su fracción superior. Por eso, cuando echaba un vistazo, como estaba muy agarrotada, tenía que ladearse y asomarse, hasta tal punto que era un milagro que no se cayera. Sin embargo, como estaba henchida del espíritu de la justicia (como deberían estarlo todos los policías y sus porras), siempre se mantenía en una posición de equilibrio estable, se pusiera como se pusiera. ?Conforme, puedes seguir ?sentenció finalmente. Entonces añadió?: Mejor que vaya contigo, joven. Tom no puso ninguna objeción, pues una empresa así era respetable y segura. La porra enrolló su correa hábilmente alrededor del mango para eludir tropezarse con ella, pues con las carreras se había aflojado, y prosiguió la marcha al lado de Tom. ?¿Por qué no tienes a un policía que te lleve? ?preguntó Tom al cabo de un rato. ?Porque nosotras no somos como esas porras del mundo de la tierra hechas con torpeza, que no saben habitar sin que un tio las saque a pasear. Nosotras hacemos vuestra tarea solas, y la hacemos muy bien, aunque no soy yo quien debería decirlo. ?Entonces, ¿por qué hay una correa en tu mango? ?quiso saber Tom. ?Para podernos colgar cuando no estamos de guardia, por supuesto. Tom obtuvo su respuesta y no se le sucedió nada más que decir. Finalmente llegaron a la mayor puerta de acero de la prisión. La porra llamó dos veces con su particular cabeza. Se abrió una ventanilla en la puerta y se asomó un tremendo y viejo trabuco de latón cargado de balas hasta las trancas; era el portero. Al verlo, Tom se retiró un poco. ?¿De qué caso se trata? ?preguntó con una voz profunda que salía de su ancha boca acampanada. ?Si me lo permite, señor, no se trata de ningún caso; tan sólo un joven caballero que viene de fracción de la señora y que desea ver a Grimes, el patrón deshollinador. ?¿Grimes? ?dijo el trabuco. Entonces levantó la boca, quizá para echar un vistazo a las listas de la prisión?. Grimes está en la chimenea número 345 ?afirmó desde dentro?. Así que es mejor que el joven caballero vaya por el tejado. Tom levantó la mirada y se fijó en el enorme muro, que parecía tener ciento cuarenta y cinco kilómetros de altura, y se preguntó cómo iba a poder subir. Sin embargo, cuando se lo insinuó a la porra, ésta arregló el asunto en un instante: empezó a rodar y le dio tal empujón por detrás que lo mandó hasta el techo en un periquete, con su perrito bajo del brazo. Entonces anduvo por el emplomado hasta que se encontró a otra porra y le contó cuál era su cometido. ?Muy bien ?le dijo?. Ven conmigo, aunque no servirá de nada. Es el tipo menos arrepentido y más despiadado y malhablado que poseo debajo mi cargo, y no pensad en nada más que en la cerveza y la pipa que, evidentemente, aquí no están permitidas. Así pues, anduvieron por el emplomado, que estaba muy tiznado, por lo que Tom pensó que a las chimeneas les debía realizar mucha falta que las deshollinaran. Pero se sorprendió al ver que el hollín no se le pegaba a los pies, ni los ensuciaba en lo más mínimo. Las brasas candentes, que estaban esparcidas en abundancia, tampoco le quemaban, pues, como era un niño del agua, sus humores radicales eran húmedos y fríos, como puedes leer en profundidad en Lemnius, Cardan, Van Helmont (20) y otros caballeros que llegaron a saber tanto como estuvo a su alcance y no hay ningún tio en el mundo que pueda llegar a saber más. Finalmente, se acercaron a la chimenea número 345. Por la punta, con la cabeza y los hombros sobresaliendo, estaba atascado el pobre señor Grimes, tan tiznado, enturbiado y feo que Tom apenas permitía soportar mirarlo. Tenía una pipa en la boca, pero no estaba encendida, aunque le daba caladas con todas sus fuerzas. ?Atención, señor Grimes ?anunció la porra?. Ha venido a visitarlo un caballero. Pero el señor Grimes se limitó a decir palabrotas y siguió refunfuñando: «La pipa no tira. La pipa no tira». ?¡Habla con educación y atiende! ?le gritó la porra, y, de un salto, idéntico que Polichinela, atizó con todo su cuerpo tal golpe en la cabeza de Grimes que el cerebro le resonó como una nuez seca dentro de su cascara. Trató de sacar las manos e intentó sacudirlas, pero no pudo porque las tenía totalmente atascadas dentro de la chimenea. De modo que tenía que atender por fuerza. ?¡Eh! ?gritó?. ¡Pero bueno, si es Tom! Supongo que habrás venido para reírte de mí, ¿eh, renacuajo rencoroso? Tom le afirmó que no, que quería ayudarlo. ?Lo único que quiero es cerveza, y no puedo tenerla y una cerilla para esta pipa que no deja de darme la lata, y eso tampoco puedo tenerlo. ?Encontraré una ?dijo Tom. Entonces, cogió una brasa candente (había un montón esparcidas por allí) y la acercó a la pipa de Grimes, pero la cerilla se le apagó en un instante. ?Es inútil ?explicó la porra, apoyada sobre la chimenea y echando un vistazo?. Te digo que es inútil. Su corazón está tan frío que hiela todo lo que se le acerca. Lo vas a verificar en un momento. ?Oh, sí, claro, es culpa mía. Todo es siempre culpa mía ?se quejó Grimes?. Y no vayas a pegarme, ¿eh? La porra se había incorporado y tenía un apariencia muy malvado. Oye, si tuviera los brazos libres, te aseguro que no te atreverías a golpearme. La porra volvió a apoyarse contra la chimenea y no hizo caso del agravio personal, como el policía bien entrenado que era, aunque estaba lista para vengarse de cualquier transgresión contra la moralidad o el orden. ?Pero, ¿no hay otra manera de ayudarte? ¿No puedo ayudarte a salir de la chimenea? ?preguntó Tom. ?No ?interrumpió la porra?; está en el punto en que uno debe ayudarse a sí mismo y espero que se dé cuenta de ello antes de que haya acabado conmigo. ?Oh, sí ?dijo Grimes?, claro, soy yo. ¿Pedí yo que me trajeran a esta prisión? ¿Pedí yo que me pusieran a deshollinar vuestras sucias chimeneas? ¿Pedí yo que me pusieran paja encendida bajo para obligarme a subir? ¿Pedí yo que me quedara totalmente atascado en la primera chimenea porque estaba vergonzosamente obstruida por el hollín? ¿Pedí yo quedarme aquí, no sé cuánto tiempo, cien años, creo, y no poder tener jamás mi pipa, ni mi cerveza, ni nada digno de una bestia, no digamos ya de un hombre? ?No ?respondió una voz solemne por detrás?. Y Tom tampoco cuando tú lo trataste igual. Era la señora Quehagancontigocomohagas. Cuando la porra la vio, se incorporó, se irguió: «¡Atención!», e hizo una reverencia inclinándose tanto que, si no debiera estado henchida por el espíritu de la justicia, se habría caído de cabeza y posiblemente se habría hecho daño en su único ojo. Tom también hizo una reverencia. ?No, señora ?replicó?, no se preocupe por mí. Todo eso es agua pasada; los buenos tiempos, los malos tiempos, todos los tiempos pasan. ¿Y no puedo ayudar al pobre señor Grimes? ¿No puedo tratar de sacar unos cuantos ladrillos, para que pueda mover los brazos? ?Claro que puedes ?respondió ella. Así que Tom tiró de los ladrillos, pero no pudo mover ninguno. Entonces intentó limpiarle la rostro al señor Grimes, pero el hollín no salía. ?¡Madre mía! ?exclamó?. He hecho todo este camino, he pasado por todos estos sitios terribles para ayudarte y ahora no sirvo de nada. ?Será mejor que me dejeís en paz ?le advirtió Grimes?. Eres un mozo bueno e indulgente, la verdad, pero es mejor que te vayas. Está a punto de caer granizo y cae con tanta fuerza que se te van a salir los ojos de la cabecita. ?¿Qué granizo? ?¿Cómo? Aquí cada noche cae granizo. Antes de llegar hasta mí es como lluvia caliente; pero cuando pasa sobre mi cabeza, se convierte en granizo y me acribilla como un montón de perdigones. ?Ese granizo ya no volverá a caer ?anunció la extraña dama?. Ya te he dicho antes lo que era. Eran las lágrimas de tu madre, las que derramó cuando rezó por ti junto a su cama; pero tu frío corazón las congeló y las convirtió en granizo. No obstante, ella ahora está en el cielo y ya no llorará más por su desvergonzado hijo. Entonces, Grimes se quedó un rato callado y despues adoptó un apariencia muy triste. ?¡Así pues, mi madre se ha ido y yo jamás estuve allí para hablar con ella! ¡Ay! Era una buena mujer y habría podido ser feliz, en su pequeña escuela de Vendale, si no debiera sido por mí y mis malas maneras. ¿Era la maestra de la escuela de Vendale? ?preguntó Tom. Luego le contó a Grimes toda la anécdota de cuando fuese a su casa, de cuando ella no pudo soportar ver a un deshollinador, de cuando fuese tan amable con él y de cuando se convirtió en un niño del agua. ?¡Ay! ?se lamentó Grimes?. Tenía una buena razón para no desear ver a un deshollinador. Yo me fui de casa, me uní a los deshollinadores, jamás le dije dónde estaba, ni le envié un penique para ayudarla, y ahora ya es demasiado tarde... ¡Demasiado tarde! ?repitió el señor Grimes. Entonces rompió súbitamente a llorar y a sollozar como un niño grande, hasta que se le cayó la pipa de la boca y se hizo pedazos. ?¡Ay, Dios mío, si pudiera regresar a ser un chiquillo e ir a Vendale para ver el arroyo transparente, el manzanar y el seto del tejo, haría las cosas de un modo tan distinto! Pero ahora es demasiado tarde. Así que tú a lo tuyo, amable mocete, no te quedes parado mirando cómo llora un tio que es lo bastante viejo como para ser tu padre y que jamás ha tenido miedo de la rostro de ningún hombre, ni de nada peor. Ahora estoy rendido y me lo merezco. He hecho la lecho y poseo que tumbarme en ella. Yo quería estar sucio y sucio estoy, como me dijo una vez una mujer irlandesa; y le hice muy escaso caso. Todo es culpa mía, pero ya es demasiado tarde. ?Y se puso a llorar con tanta amargura que Tom también rompió a llorar. ?Nunca es demasiado tarde ?aseguró el hada con una voz tan extraña, suave y nueva que Tom levantó la mirada hacia ella. En aquel instante parecía tan preciosa que Tom casi creyó que era su hermana. No era demasiado tarde. Porque entretanto el pobre Grimes seguía llorando y sollozando, sus lágrimas hicieron lo que las lágrimas de su madre no pudieron hacer, ni las de Tom, ni las de nadie en el mundo, pues le limpiaron el hollín de la rostro y de la ropa, y despues deshicieron el mortero de los ladrillos. Entonces, la chimenea se desmoronó y Grimes pudo salir. La porra dio un salto y estuvo a punto de azotarle un porrazo tremendo en la coronilla para regresar a meterlo dentro, como un corcho en una botella. Pero la extraña dama la apartó. ?¿Me obedecerás si te doy una oportunidad? ?Como desee, señora. Usted es más fuerte que yo, eso lo sé demasiado bien; y más sabia que yo, también lo sé demasiado bien. En cuanto a ser mi propio patrón, hasta ahora he salido muy mal parado. Así que haré lo que la señora desee ordenarme porque estoy rendido, la verdad. ?Así sea. Puedes salir. Pero recuerda: si vuelves a desobedecerme te destinaré a un espacio aún peor. ?Discúlpeme, señora, pero, que yo sepa, jamás la he desobedecido. Jamás tuve el honor de verla hasta que vine a este cuartel. ?¿Que jamás me habéis visto? ¿Quién te dijo: «Los que quieran estar sucios, sucios quedarán»? Grimes levantó la mirada y Tom también, pues era la voz de la mujer irlandesa que los acompañó el día que salieron unidos hacia Harthover. ?Entonces ya te lo advertí, aunque, de hecho, tú ya te dabas cuenta, tanto antes de ese día como a dividir de entonces. Con cada palabrota que decías, con cada cosa cruel y malvada que hacías, cada vez que te emborrachabas, cada día que ibas sucio, me estabas desobedeciendo, tanto si lo sabías como si no. ?Ojalá lo debiera sabido, señora... ?Sabías perfectamente que estabas desobedeciendo algo, aunque no supieses que se trataba de mí. Venga, sal y aprovecha tu oportunidad. Quizá sea la última. De modo que Grimes salió de la chimenea y, de verdad, a pesar de las cicatrices en la cara, su apariencia era limpio y respetable, como debe ser el de un patrón deshollinador. ?Llévatelo ?ordenó el hada a la porra?, y libértalo. ?¿Y qué tiene que hacer, señora? ?Que desholline el cráter del Etna. Allí encontrará a unos tíos muy firmes cumpliendo su condena que le enseñarán lo que tiene que hacer. Pero, cuidado, si el cráter vuelve a atascarse y como consecuencia se produce un terremoto, tráemelos e investigaré el caso con mucha dureza. Entonces, la porra se llevó a Grimes, que tenía un apariencia tan dócil como el de un gusano ahogado. Y que yo sepa, o aunque no lo supiera, en el día de hoy aún está deshollinando el cráter del Etna. ?Y bien ?anunció el hada a Tom?, tu tarea aquí ha terminado. Ya puedes volver. ?Me encantaría ?dijo Tom?, pero, ¿cómo voy a regresar a subir por ese mayor agujero, ahora que ya no hay vapor? ?Te llevaré a la escalera secreta, pero primero poseo que vendarte los ojos, pues jamás dejo que nadie la vea. ?Le aseguro, señora, que, si me lo pide, no voy a hablar a nadie sobre ella. escaleras respetables, escaleras potentes, escaleras casi omnipotentes ¡Sálvanos de las consecuencias de nuestras acciones y de la cruel hada, la señora Quehagancontigocomohagas!». Si te dijeran esto, ¿no crees que estarías bastante tentado a contar todo lo que sabes, chiquitín? Ciertamente, Tom pensaba lo mismo. «Pero, ¿por qué desean saber eso acerca de las escaleras secretas?», preguntó, un escaso asustado por las largas palabras, sin entenderlas en lo más mínimo. De hecho, no estaba listo para ello, ni tú tampoco. ?Eso no te lo voy a decir. Jamás meto cosas en la cabeza de los chiquillos que es del todo posible que lleguen a averiguar solos. Venga, ven, ahora poseo que vendarte los ojos. Le puso un vendaje en los ojos con una mano y con la otra se lo quitó. ?Bueno ?le anunció?, ya habéis subido la escalera y estás a buen recaudo. Tom abrió mucho los ojos y también la boca, pues creía que no había dado ni un solo paso. Sin embargo, cuando miró a su alrededor no le cupo duda de que estaba a buen recaudo al final de la escalera, sea como sea, lo cual nadie va a contarte por la sencilla razón de que nadie lo sabe. Lo primero que Tom divisó fueron los cedros negros, altos y afilados ante el alba rosáceo, y la isla de San Brandan reflejada en el sosegado, amplio y plateado mar. El viento cantaba suavemente entre los cedros y el agua cantaba en la orilla; los pájaros de mar cantaban entretanto avanzaban hacia el océano y los pájaros de la tierra, entretanto construían sus nidos entre las ramas. El aire estaba tan lleno de cántico que despertó a San Brandan y a sus ermitaños, que dormían en la sombra. Movieron sus labios y cantaron su himno matinal entre sueños. Sin embargo, de entre todas las canciones había una que traspasaba el agua con más dulzura y transparencia que las demás, pues provenía de la voz de una joven. ¿Y qué canción cantaba? Ay, pequeño, yo soy demasiado viejo para cantarla y tú demasiado joven para entenderla. Pero ten paciencia, sé justo cuando mires, sé honrado y determinado día aprenderás a cantarla solo, sin que haga falta que nadie te la enseñe. Cuando Tom se acercó a la isla, en la roca descubrió a la criatura más encantadora que se haya visto jamás, con la mirada baja, la barbilla apoyada en la mano y chapoteando con los pies en el agua. Entonces levantó la vista y, mira por dónde, era Ellie. ?¡Oh, señorita Ellie ?exclamó él?, cómo habéis crecido! ?¡Oh, Tom ?respondió ella?, y tú también, cómo habéis crecido! No te extrañe, los dos habían crecido mucho: él ya era un tio alto y ella, una preciosa mujer. ?Puede que haya crecido ?dijo ella?. He tenido suficiente tiempo, pues he estado aquí sentada, esperándote, mientras muchos cientos de años hasta que pensé que no ibas a volver. «¿Muchos cientos de años?» ?se preguntó Tom. Había visto tantas cosas en sus viajes que había dejado de asombrarse y la realidad es que sólo permitía pensar en Ellie. Se puso de pie y la miró, y Ellie lo miró a él. Les gustó tanto pasar así el tiempo que se quedaron mirándose mientras siete años, sin moverse ni decir una palabra. Finalmente, oyeron al hada hablar: «Atención, niños. ¿Es que no vais a regresar a mirarme?». ?La hemos estado mirando mientras todo este tiempo ?le contestaron. Y así lo creían. ?Entonces, miradme una vez más ?ordenó ella. La miraron y los dos gritaron a la vez: «Oh, pero entonces, ¿tú quién eres?». ?Eres vuestra querida señora Hazcomoquieresquehagancontigo. ?No, eres la buena de la señora Quehagancontigocomohagas, ¡pero ahora te habéis vuelto muy bonita! ?Gracias a vosotros ?explicó el hada?. Pero mirad otra vez. ?Eres la Madre Carey ?explicó Tom, con una voz muy bajita y solemne, pues había descubierto algo que lo había hecho muy feliz y, sin embargo, lo asustaba más que todo lo que había visto. ?Pero ahora eres muy joven. ?Gracias a vosotros ?afirmó el hada?. Mirad otra vez. ?¡Eres la mujer irlandesa que estuvo conmigo el día que fui a Harthover! Y cuando volvieron a mirar, no era ninguna de ellas y, sin embargo, era todas a la vez. ?Tengo mi nombre escrito en los ojos, si tenéis ojos para verlo. Entonces miraron dentro de sus ojos grandes, profundos y suaves, que reflejaron una y otra vez todos los colores, como los cambios de la luz en un diamante. ?Ahora, leed mi nombre ?pidió ella finalmente. Sus ojos centellearon mientras un instante, con una luz clara, blanquísima y resplandeciente. Sin embargo, los niños no pudieron leer su nombre, pues estaban deslumbrados y escondieron la rostro bajo de sus manos. ?Todavía no, jovencitos, todavía no ?dijo ella, con una sonrisa. Entonces se dirigió a Ellie: ?Ahora ya puedes llevarlo contigo a casa los domingos, Ellie. Ya ha probado su valía en la mayor batalla y está en cláusulas de ir contigo y ser un hombre, porque ha hecho lo que no le apetecía. Así pues, Tom fuese a casa con Ellie los domingos y a veces también los días de cada día. Ahora es un mayor tio de ciencia y sabe diseñar líneas de tren, máquinas de vapor, telégrafos eléctricos, armas estriadas, etc., y sabe cualquier cosa sobre cualquier cosa, salvo la razón de que un huevo de gallina no se convierta en un cocodrilo y dos o tres cositas más que nadie averiguará hasta que lleguen las Cocqcigrues. Todo esto lo sabe porque lo aprendió cuando era un niño del agua en las profundidades del mar. ?Y Tom se casó con Ellie, claro, ¿no? Hijo mío, ¡que idea más tonta! ¿No sabes que en un cuento de hadas nadie se casa salvo que tenga el rango de príncipe o princesa? ?¿Y el perro de Tom? Ah, lo puedes ver cualquier noche clara de julio, pues en estos últimos tres veranos tan calurosos la vieja Canícula (21) ha quedado tan desgastada que, desde entonces, no ha habido días de canícula. Así que tuvieron que sacarla y sustituirla por el perro de Tom. Por lo tanto, como escoba nueva barre bien, este año se aguarda que haga un tiempo caluroso. Y aquí finaliza mi cuento. MORALEJA Y ahora, chiquitín, ¿qué hay que aprender de esta parábola? Hay que aprender treinta y siete o treinta y nueve cosas (22), no estoy totalmente seguro. Sin embargo, hay al menos una que sí debemos aprender, y es la siguiente: cuando veamos tritones en el estanque, no hay que tirarles jamás piedras, ni cogerlos con alfileres torcidos, ni ponerlos dentro de viveros con peces espinosos para que éstos puedan darles un mordisco en su pobre y chico estómago y los hagan brincar afuera del cristal y meterse en la caja de dispositivos de alguien, porque puede acabar mal. Estos tritones son sólo niños del agua estúpidos y sucios. Por lo tanto (como te dirán los anatomistas comparativos dentro de cincuenta años, aunque ahora no sean lo suficientemente eruditos para decírtelo), se les achata la calavera, la mandíbula les aumenta hacia fuera, el cerebro se les empequeñece, la rabo se les alarga, pierden todas las costillas (lo cual estoy seguro que no te gustaría), la piel se les ensucia y les salen manchas, y jamás están en los ríos transparentes, menos aún en el mayor y amplio mar, sino que se quedan en los estanques sucios, viven en el lodo y comen gusanos, tal como se merecen. Sin embargo, eso no es razón para que los maltrates; lo que deberías realizar es compadecerlos, ser amable con ellos y esperar que determinado día se despierten, se avergüencen de su fea, sucia, perezosa y estúpida vida e intenten arreglarla y regresar a ser alguien mejor. Ya que, si lo hacen, al cabo de 379.423 años, nueve meses, trece días, dos horas y veintiún minutos (por mucho que parezca lo contrario), si se pasan el tiempo trabajando y lavándose a conciencia, puede que les crezca el cerebro, se les empequeñezcan las mandíbulas, les salgan de nuevo las costillas, se les acorte la rabo y vuelvan a ser niños del agua; y, quizá, después niños de tierra; y más adelante, puede que tíos mayores. ¿Sabes que no será así? Muy bien, diría que nadie sabe tanto como tú. Pero, verás, hay quien tiene una mayor debilidad por esos pobrecillos tritones. Jamás han hecho ningún daño a nadie y, si lo han intentado, no han podido; su única culpa es que no hacen ningún bien (igual que unos cuantos miles de seres sobresalientes a ellos). Y los patos, ¿qué? ¿Y los lucios, los peces espinosos, los escarabajos acuáticos y los niños traviesos? Tal como dicen los escoceses, sae sair hadden doun (22): son tan quebradizos que es un milagro que estén vivos. Y determinadas personas no pueden eludir albergar la esperanza, como el bueno del obispo Butler (23), de que haya otra oportunidad para realizar las cosas bien en determinado momento, en determinado lugar, de cierta manera. Durante tanto, aprende las lecciones y da gracias a Dios porque tienes toda el agua fría que quieras para lavarte; y lávate con ella, como un verdadero inglés. Y te digo más: aunque mi anécdota no sea real o yo no tenga razón, da igual, tú mantente leal al trabajo y al agua fría. Pero recuerda siempre, tal y como te dije al principio, que esto sólo es un cuento de hadas, pura fantasía y diversión y, por lo tanto, no habéis de creerte ni una sola palabra, aunque sea cierta. (1) Novela de Rudolf Erich Raspe (2) Estudiosos de la alteración de la comida, fundadores de la comisión analítica y sanitaria (3) El autor ironiza sobre los cuentos infantiles norteamericano (recordar que él es inglés) y les varía el nombre (4) Jack the giant killer, de Andrew Lang. (5) La primera versión es de 1550 y fuese escrita por Giovanni Francesco Straparola basandose en la mitología griega. (6) Zona boscosa donde se ocultaban cazadores furtivos (7) Se refiere a la familia Fugger que en 1519 financió con recurso millón de florines la elección de Carlos I de España como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con lo que hipotecaron los ingresos de la corona española (8) "La motivo de los vencedores agradó a los dioses; la de los vencidos, a las muchachas" (9) Ciudad de la costumbre popular que se dice está habitada por gente ignorante. (10) La metamorfosis o el asno de oro, de Apuleyo. (11) Personaje de Guy Mannering, de Walter Scott. (12) Se refiere a Otelo (13) Impostor y falsificador irlandés (14) Hermano de Prometeo, Atlas y Menecio. Al opuesto de Prometeo que permitía ver el futuro, este veía el pasado. ) Isla de los dotados para las matemáticas y la música (17) Sabio del siglo XVI, tutor de Eduardo VI, cuyas ideas sobre la pedagogía estaban basadas en el rechazo al uso de la violencia (18) escritor y predicador cristiano inglés, autor de "El progreso del peregrino" 19) Referencia al manicomio de Colney Hatch, el más grande y moderno de la época. ) Destacados sabios (21) Canniculares dies. Designación romana a los aumentos de temperatura a mitad de verano. Juego de p alabras con el Can y Canícula (23)"Estar muy oprimido" o "estar muy perjudicado" o en desventaja Obispo anglicano de la localidad inglesa de Durham, autor sobre una mayor obra sobre la analogía de la religión