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lunes, 22 de septiembre de 2014
Cuentos infantiles, CUÉNTAME UN CUENTO ( VI )
Antes de comenzar a redactar éste Post, me gustaría explicar que yo no he sido la creadora de éste cuento infantil. Sí es cierto que he dado mi matiz, anulado determinado detalle y añadido determinado otro de mi particular cosecha, es decir, lo he hecho mío, pero, la anécdota no es mía. Y, una vez aclarado ésto... Hoy, voy a compartir con tod@s vosotr@s uno de ésos cuentos infantiles que tanto gustan a los más pequeños de la casa, y que nosotr@s, los adultos, deberíamos beber como ejemplo para vuestro comportamiento en el día a día, instruyendo de sus bellas moralejas y acercándonos al niñ@ que llevamos dentro, un@s más a flor de piel que otr@s. Así que, dejad de lado nuestra razón y disfrutad con ésta alhaja llena de ternura. EL GUERRERO Y LAS FLECHAS DORADAS En un chico Reino cerca del mar, existía un guerrero sanguinario y temido por todos los moradores de aquel bello lugar, ya que, siempre que se creaba una disputa tabernaria o de cualquier tipo, aparecía aquel terrorífico guerrero como de la nada a sembrar la discordia, y con su arco y sus flechas, acababa con la vida de quien osara meterse con él. En sus ojos permitía verse el odio y la maldad, y sólo se relacionaba con personas de su calaña, y juntos, sembraban el terror por todo el poblado. Una tarde, atracaron una antigua casa en la cual había vivido un miembro de la realeza, y el guerrero cruel robó unas saetas doradas de apariencia bonito que creyó ideales para disparar en una ocasión especial, así que, las guardó en su mochila junto a las saetas que usaba en el día a día. Las saetas doradas, al ver a aquellas saetas ensangrentadas y gastadas, preguntaron : - Pero, ¿ por qué estáis así ? - De tanto ser usadas. Y vosotras acabaréis igual. - Pero, nosotras estamos acostumbradas a los juegos de tiro al arco de vuestros antiguos dueños. Jamás hicimos el mal. Jamás hicimos daño a nadie. - Pues ésa vida se acabó para vosotras. Ahora estáis con el más cruel guerrero. Y, mientras semanas, las preciosas y bondadosas saetas tuvieron que ver las terribles atrocidades a las que eran sometidas sus compañeras envejecidas. Pero, comprendieron que, aquel guerrero, era desdichado e inclusive sintieron lástima por él, ya que, nunca había conocido otra vida que no afuera ésa; guerras, batallas, luchas por la supervivencia, oscuridad... Cierto día, un poblado enemigo, encomendó al temido guerrero la misión de que éste diera muerte a la hija del Rey, una preciosa y amable joven. Sin dudarlo un segundo, el guerrero aceptó. Él no tenía reparo alguno. No conocía la bondad, ni la misericordia, ni la piedad. Al caer la noche, el guerrero logró colarse en Palacio haciendo gala de sus artes en el pillaje, se escondió tras unos arbustos, y acechó horas hasta que la Princesa manifestó por los jardines, mostrando su belleza, con un precioso vestido y una sonrisa en su cara. El guerrero, entonces, vió la ocasión perfecta para disdetener una de ésas saetas doradas, así que, sacó una de su mochila, la colocó en su arco, apuntó a la Princesa, y disparó sin más, pero la saeta dorada tenía otros planes para el guerrero... E hizo un magistral desvío, yendo a detener justo al lado de una bella flor de vivos colores. El guerrero, al acercarse a recoger su saeta especial, no pudo eludir fijarse en la bonita flor, quedando maravillado. Al próximo disparo, la saeta elaboró la misma artimaña, pero, ésta vez, fuesese a detener cerca de un grupo de pajarillos que cantaban una bonita sinfonía... Y, de ése modo, una y otra vez, la saeta le fuesese mostrando al guerrero pequeños detalles que hacen la vida más bonita, detalles que el guerrero no había visto jamás... El guerrero estaba confuso, pero, tenía que rematar su misión, de modo que disparó a la Princesa, y la flecha, cayó justo a sus pies, y el guerrero, se acercó a ella para recoger su tesoro, y se detuvo a contemplar a la bella joven, que le sonrió amablemente... Y de ésa manera, el cruel guerrero, descubrió que el mundo permitía ser maravilloso y bello, y nunca volvió a usar sus saetas ni a ser un temido guerrero, sino un morador más de aquel bello Reino junto al mar. DISFRUTAD DE LAS Chiquitas COSAS DEL DÍA A DÍA, Y FIJAOS EN LOS PEQUEÑOS DETALLES, QUE SON LOS QUE HACEN GRANDE LA VIDA.
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