martes, 4 de junio de 2013

Cuentos infantiles, El cuento del rey

El cuento del rey
Habia una vez un monarca rico y poderoso dotado de gran inteligencia y aun gran soberbia. Tal era su orgullo que nadie le parecia un rival digno para disfrutar de su aficion favorita el ajedrez e hizo correr la voz de que daria la decima fracción de sus riquezas a quien mostrara tener la dignidad suficiente. En cambio si el monarca no lo consideraba digno seria decapitado de inmediato. Muchos arriesgaron sus vidas desafiando al orgulloso monarca. Fueran ricos o pobres torpes o inteligentes el monarca los encontraba siempre indignos pues o no eran sabios jugadores o no podían rivalizar con su poder. Con el tiempo desaparecieron los temerarios rivales y el monarca comprobó satisfecho que no había en la tierra nadie digno de enfrentarse a él. Años despues un pobre mendigo se acerco a palacio con la intencion de jugar contra el monarca. De nada sirvieron las palabras de aquellos con quienes se cruzo que trataban de evitarle una muerte segura y conseguio llegar al monarca quien al ver su harapiento apariencia no permitia creer que a aquel tio se le debiera pasado por la cabeza ser un digno rival suyo. - ¿Qué te hace pensar que eres digno de enfrentarte a mí esclavo?- dijo el monarca irritado haciendo llamar al verdugo. - Que te perdono lo que vas a realizar. ¿Serias tu capaz de realizar eso?- respondio pacífico el mendigo. El monarca quedo paralizado. Jamas debiera esperado algo asi y cuanto mas lo pensaba mas sentido tenian las palabras de aquel tio. Si le condenaba a muerte el mendigo tendria razon y resultaria mas digno que el mismo por su capacidad para perdonar pero si no lo hacia habria salido con vida y todos sabrian que era un digno adversario... Sin haber movido una ficha se supo perdedor de la partida. - ¿Como es probable que me hayas derrotado sin jugar? Juegue o no juegue contigo todos veran mi indignidad.- dijo el monarca abatido. - Los equivocais señor. Todos conocen ya nuestra infamia pues no son las personas las indignas sino sus obras. Mientras años has probado con nuestras acciones cuan infame e injusto llegasteis a ser tratando de juzgar la dignidad de los tios a nuestro antojo. El monarca comprendió su deshonra y arrependito de sus crímenes y su soberbia miró al mendigo a los ojos. Vio tanta sabiduría y dignidad en ellos que sin decir palabra le entregó su corona y cambiando sus vestidos lo convirtió en monarca. Envuelto en los harapos de aquel tio y con los ojos llenos de lágrimas su última orden como monarca fuese ser encerrado para siempre en la mazmorra más profunda como pago por todas sus injusticias. Pero el nuevo monarca mostro ser tan justo y tan erudito que solo unos escasos años luego libero al previo monarca de su castigo pues su arrepentimiento sincero resulto el mejor acompañamiento para su mayor inteligencia y de sus manos surgieron las mejores leyes para el sufrido reino.

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