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miércoles, 9 de abril de 2014
Historias infantiles, Sonríe, piensa, vive- Cuentos infantiles
El lobo y la luna. Al principio, hace muchos muchos años, el sol y la luna caminaban entre nosotros. También lo hacían los espiritus de los animales, y de los bosques y las montañas. Los humanos aprendíamos de ellos, y los tratabamos como a respetados ancestros. Un día, Lobo caminaba entre sus amados bosques y se encontró con una mujer preciosa con un aura muy poderosa por lo que intuyó, acertadamente, que se trataba de un poderoso espiritu. En efecto, se trataba de Luna, que estaba deleitandose de la noche estrellada. Se presentaron cortesmente y, cuando Lobo le preguntó que estaba haciendo por allí ella sóla, ya que que por muy poderosa que fuese, también había otros poderosos espíritus de la naturaleza por aquellas tierras, le contesto que estaba esperando a Sol, su marido. Lobo se ofreció, cortesmente, a esperar con ella, por si de casualida sdeterminados de esos otros espiritus se acercaba. Escaso antes del amanecer, Sol manifestó para reunirse con su mujer y, trás saludar friamente a Lobo y agradecerle que acompañase a su esposa entretanto que ella le esperaba, se la llevó de allí. Varios días después, Lobo volvió a descubrirse con Luna en circunstancias similares y, de nuevo, le hizo compañia hasta que reapareció Sol. De nuevo este se porto educado pero frío con Lobo y acabó llevandose de allí a su esposa al escaso rato. Cada escasos días la situación se volvía a repetir y, escaso a escaso, con las conversaciones que mantenían Lobo y Luna entretanto esperaban a Sol, Lobo fuese enamorandose de Luna, pese a saber cuanto amaba esta a su marido. Y, también escaso a escaso, Sol iba siendo cada vez más hostil con Lobo, visiblemente celoso. Sin embargo, escaso a escaso Luna cada vez iba sintiendose más comoda con Lobo a su alrededor, instruyendo lo que era tener a alguien que la escuchase y la mirase como si fue lo más significativo del universo (como podéis deducir, Sol estaba un escaso pagado de sí mismo), pero, pese a lo que pudiese parecer, no sentía más que amistad por Lobo; y este lo sabía. Finalmente, uno de esos días, estaba Luna muy triste ya que que, pese a todo lo que amaba a Sol, no conseguía que su esposo se preocupase un escaso más de estar con ella y un escaso menos de recorrer el mundo observando a los humanos y deleitandose de su adoración hacia él. Hablando con Lobo sobre el tema, las lágrimas empezaron a caer de sus ojos, por lo que él la abrazó para consolarla, con tan mala suerte de que, en ese momento, manifestó Sol. Les miró unos segundos antes de encenderse, literalmente, totalmente furioso y abofetearla, gritando y proclamando a los cuatro vientos que, ya que ella le había sido infiel, jamás volvería a contemplarla rostro a rostro. Tras eso, salió del bosque sin contemplar atras. Lobo se sintió dividido entre sí salir detras de Sol y darle una lección por como había tratado a Luna o consolarla y cuidarla por el daño que le había hecho su esposo y, finalmente, venció esta segunda opción. Cuando se giró para mirarla, vio que tenía un lado de la rostro totalmente quemado y lloraba profusamente tanto del dolor como de la tristeza ante la actitud de su marido. Lobo la tomó entre sus brazos y la llevo a su cueva, donde le curó la rostro y la cuidó hasta que estuvo totalmente recuperada de la odisea. Cuando ya estuvo lista para irse, habló con Lobo y le dijo: -Te agradezco profundamente tu ayuda y tu amistad, pero me temo que debo irme de estas tierras ya que que, cada vez que hablo contigo, cada vez que te veo, no hago más que recordar lo que he perdido por los celos de mi marido... Respetaré su ansia y no volverá a verme, y antes de irme, quisiera agradecerte tu amistad, ya que que es lo único que ha evitado que hiciese cierta tontería. Como presenta de mi agradecimiento, tú y todos los tuyos podréis ver igualmente bien de día como cuando la unica luz que haya sea la mía. Diciendo eso, salió de la cueva, sin contemplar atras y ocultandose la fracción quemada de su rostro. Cuando Lobo estuvo seguro de que ya no permitía oirle, empezó a llorar y aullar de dolor ya que que, pese a que sabía que sólo podría tener amistad, inclusive eso lo había perdido por los celos de Sol. Muchos años más tarde, los espiritus abandonaron de andar entre nosotros, pero todos los descendientes de Lobo conocían la anécdota de su ancestro y compartían su tristeza. Por eso, aullan lastimeramente cada vez que ven la Luna y, también por eso, hacen la mayoría de su vida de noche, con la esperanza de que si pasan todo el tiempo que puedan debajo su atenta mirada, finalmente se apiadará de su ancestro y volverá a su lado, aunque sólo sea para compartir su amistad. También es por eso que la Luna nos presenta siempre el mismo lado de su cara, ya que que el que oculta tiene la cicatriz que Sol le causó y, finalmente, es por eso que jamás veréis al mismo tiempo en el cielo al Sol y a la Luna.
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