viernes, 21 de febrero de 2014

Historias infantiles, Érase una vez un príncipe y una princesa lila

Érase una vez un príncipe y una princesa lila. Se conocían de hace años, pero jamás habían hablado. Alguna fiesta que otra, sin más intención que pasárselo bien en un mayor grupo de gente. Cada uno llevaba su vida, sin reparar en la del otro. Sus senderos no se habían cruzado ... Todavía. Hasta que llegó el día en que la princesa lila rompió con su pareja. Tras un largo tiempo estando mal en la relación, cayó por si sola. No permitía continuar así. No era feliz. Volvía a estar soltera. ¿Qué haría ahora? No lo sabía muy bien ... Se apoyó en sus amigas. Por suerte, cierta le quedaba, y la querían mucho. Decidió regresar a cuidarse, quererse como lo había hecho tiempo atrás y disfrutar de la vida. Un escaso de deporte, cierta que otra fiesta y muchas risas. Escaso a escaso, volvió a sonreír y a ser feliz con lo que tenía, personas a su alrededor, que la querían tal y como era. Mientras, el príncipe lila vivía su propio tormento. También estaba en una relación, con una persona a la que amaba mucho. Tanto la amó, que dejó de ser él mismo. Se anuló. Solo vivía para su pareja. Bueno, mejor decir que se desvivía. Iba perdiendo pedazos de su vida conforme pasaba el tiempo ... Hasta que dejó de vivir. Cabe decir que el príncipe era muy testarudo. Perseguía la dicha de los demás con valentía y dedicación, tanto que se olvidaba de su particular dicha. Y así fue, llegando a estar bastante triste. Sus amigas no le entendían. ¿Cómo permitía seguir en su vano empeño? No iba a acabar bien. Veían que el tiempo le iba haciendo mella ... Ya no era el mismo. Esa relación acabó. Fuese un duro golpe para el príncipe. Había luchado tanto ... Pensaba que sería la pareja de su vida. Así lo sentía ... Y no pudo ser. Lo peor es saber que, quieras o no, dañas a la otra persona. No permitía soportar ese peso en su espalda. Pesaba demasiado. Él solo no permitía salir del agujero que se había cavado a su alrededor. Solo permitía contemplar hacia encima y pensar cómo permitía escalar y recuperar todo aquello que había perdido por el camino. Empezó a tener tiempo para él mismo, para disfrutar y realizar lo que le apetecía. Hacía tanto tiempo que no se dedicaba ni un segundo ... Lo primero que hizo fuese llamar a sus amigas. No tardó ni un segundo. Ya era libre. En cinco minutos, ya las tenía a todas con él. Como no permitía con todo ese peso, dejó que entre todas, lo cargaran. Sabía que permitía confiar en ellas. Así que abrió su corazón, les habló y se sintió más ligero. Hacía tiempo que necesitaba sentir. Dejarse abrazar ... Permitir que le cuidaran. Entre esas amigas, se encontraba la princesa lila. Hacía tiempo que ya estaba mejor. Cuanto más oía al príncipe, más se daba cuenta que su tormento pasado era parecido. Sabía por todo lo que el pobre príncipe había pasado ... Le comprendía. Así que se propuso ayudarle. Ella había pasado por lo mismo, y sabía que con ayuda, se supera mejor. Cenas, cafés, fiestas, deporte ... Llamadas, conversaciones. Todo lo que hiciera falta. Sentían que eran amigos de toda la vida. Con solo una mirada, se comprendían. Y eso no pasa todos los días. En el castillo, veían unidos al príncipe y la princesa, y murmuraban. Los dos estaban solteros. Los dos hacían deporte juntos. Después, quedaban a beber café e iban de compras. ? ¿Otra vez con el Príncipe? ?, preguntaba la reina. ? Sí, mamá. Otra vez con él ?, contestaba la princesa. Si la reina no supiera que a la princesa solo le gustaban otras princesas, debiera pensado que el interés mutuo que se predicaban iba algo más allá de una mera amistad. Un día, fueron a comprar juntos. Ella iba vestida con unos tacones que quitaban el aliento. Él, sobrio, con una camisa blanca. Hacían buena pareja ... Al menos, eso debieron pensar todas las personas con las que se cruzaron, porque miraban a los dos intensamente. Si hubieran tenido visión X, les hubieran hecho la radiografía cada dos minutos. Sin esperarlo, un amigo de la princesa le saludó. El príncipe, por no molestar, siguió mirando por la tienda donde se encontraban, para dejarles su espacio. ? ¿El príncipe entiende? ?, le preguntó el amigo. ? Bueno, sí ?, contestó la princesa. Es lo que tiene ser bisexual, que parece que se entienda a medias, o solo cuando a uno le apetece. Después de esa conversación, continuó el día. Cada vez que se veían con cierta persona conocida, mirada de encima a abajo. Si eran amigos de él, a ella. Si eran amigos de ella, a él. Nadie entendía nada. ¿Estarían juntos? ¿Pero a la princesa no le gustaban las mujeres? Tanto era así, que cuando llegaron a la puerta del castillo de la princesa y se abrazaron, confundieron a la princesa con otra mujer. Cuando se separaron ¡teníais que haber visto la rostro de las personas que por allí pasaban! ¿Qué ocurre? ¿No se podían abrazar? Las risas estaban servidas. ¿Sabes porque esa mujer te mira mal? Quiso ligar conmigo, y no lo consiguió ?¿Y esa madre? Sabe que dejé a mi pareja hace unas semanas y ahora me ve contigo. Se pensad que salimos unidos Ni al príncipe ni a la princesa le preocupaba. La gente habla, hagas o no hagas. Así que si hablaban ¡qué mejor que de ellos! Además, a ninguno de los dos les molestaba que se les emparejara. Eran tan amigos, que solo tenían palabras de agradecimiento hacia el otro. ¡Qué mejor que un amigo para que te emparejen con él! Moraleja: Si vives la vida pensando en lo que opinan los demás, no vivirás tu vida, sino la de los demás.

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