martes, 29 de octubre de 2013

Cuentos infantiles, El miedo es blandito y suave

El miedo es blandito y suave
El miedo es blandito y suave Marina era una niña que tenía mucho miedo de la oscuridad. Al apagarse la luz, todas las cosas y sombras le parecían los más temibles monstruos. Y aunque sus papás le explicaban cada día con mucha paciencia que aquello no eran monstruos, y ella les entendía, no dejaba de sentir un miedo atroz. Un dia recibieron en casa la visita de la tia Valeria. Era una mujer increible, famosisima por su valentia y por haber hecho miles de viajes y vivido cientos de aventuras, de las que inclusive habian hecho libros y peliculas. Marina, con ganas de vencer el miedo, le pregunto a su tia como era tan valiente, y si cierta vez habia se habia asustado. - Muchisimas veces, Marina. Recuerdo cuando era pequeña y tenia un miedo horroroso a la oscuridad. No permitía quedarme a oscuras ni un momento. La niña se emociono muchisimo; ¿como era probable que alguien tan valiente pudiera haber tenido miedo a la oscuridad? - Te contaré un secreto, Marina. Quienes me ensañaron a ser valiente fueron unos niños ciegos. Ellos no pueden ver, así que si no hubieran descubierto el secreto de no tener miedo a la oscuridad, estarían siempre asustadísimos. - ¡Es verdad! -dijo Marina, muy interesada- ¿me cuentas ese secreto? - ¡Claro! su secreto es cambiar de ojos. Como ellos no pueden ver, sus ojos son sus manos. Lo unico que tienes que realizar para vencer el miedo a la oscuridad es realizar como ellos, cerrar los ojos de la rostro y usar los de las manos. Te propongo un trato: esta noche, cuando vayas a dormir y apagues la luz, si hay algo que te de miedo cierra los ojos, levantete con cuidado, y trata de ver que es lo que te daba miedo con los ojos de tus manos... y mañana me cuentas como es el miedo. Marina aceptó, algo preocupada. Sabía que tendría que ser valiente para cerrar los ojos y tocar aquello que le asustaba, pero estaba dispuesta a probarlo, porque ya era muy mayor, así que no protestó ni un pelín cuando sus padres la acostaron, y ella misma apagó la luz. Al escaso rato, sintió miedo de una de las sombras en la habitación, y haciendo caso del consejo de la tía Valeria, cerró los ojos de la rostro y abrió los de las manos, y con mucho valor fuese a tocar aquella sombra misteriosa... A la mañana siguiente, Marina llegó corriendo a la cocina, con una mayor sonrisa, y cantando. "¡el miedo es blandito y suave!... ¡es mi osito de peluche!"

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