martes, 30 de julio de 2013

Cuentos infantiles, Un loco en la ciudad

Un loco en la ciudad
Un demente en la ciudad Julián vino del pueblo cuando ya no quedaba nadie allí. Jamás había salido de su querida aldea, pero intrigado por el hecho de que todos fueseran a la ciudad, decidió ir él mismo a investigar qué cosa tan maravillosa tenían las ciudades. Así que preparó un hatillo con un par de mudas, sacó brillo a su mejor sonrisa, y se fuese para allá. Nada mas entrar tuvo un recibimiento inesperado. Un par de factores le detuvo, y le preguntaron hasta la talla de calzoncillos. Al final resulto que Julian iba "sospechosamente gozoso" para no tener casi nada, ni siquiera venir de compras, pero finalmente tuvieron que abandonarle ir, sin abandonar por un momento de sospechar de aquel tipo gozoso y campechano. Lo primero que llamo la atencion de Julian en la ciudad fuese la prisa. Todos iban con tanta prisa que penso que aquel dia ocurriria algo tan especial que nadie queria perderselo, asi que comenzo a seguir a un hombre que parecia dirigirse alli. Pero despues de algunas horas siguiendole, termino en un chico piso sin haber llegado a realizar nada interesante en todo el dia. Julian durmio en un parque. Aquel parque estaba lleno de papeles y plasticos, y como las papeleras estaban vacias, penso que lo genial de la ciudad era que habian inventado plantas con flores de papel y plastico. Pero solo penso esto hasta la mañana siguiente, cuando un hombre dejo caer el papel del chocolate que acababa de terminar entretanto caminaba tranquilamente entre decenas de papeleras. Andaba Julian tratando de enterder lo que pasaba cuando llego a unos masivos almacenes en los que entraba muchisima gente. "Esto debe ser el mejor museo del mundo", penso al ver la porcion de cosas inutiles que habia alli. Pero despues vio que la gente cogia todas aquellas cosas, pagaba por ellas y se las llevaba. "¿Para que querra nadie un reloj en el que no se ven los minutos?" se pregunto al ver como una mujer salia toda contenta con un reloj modernisimo en la muñeca, y lo mismo penso de unos zapatos con los que seria imposible caminar y un aparato electronico que hacia mil cosas pero ninguna bien. Nuevamente, decicio seguir a la mujer del reloj, para verificar desilusionado que su mayor gozo se torno en decepcion en cuanto sus amigas vieron su flamante reloj con gesto de desaprobacion. Julian comenzaba a sentir pena por haber dejado el pueblo y llegar a aquel sitio donde habiendo tanta gente nadie parecia feliz. Entonces vio a unos niños jugando. Ellos si parecian estar alegres, correteando y persiguiendose; excepto uno que andaba liado con una maquinita a la que llamaban consola. La golepaba fuertemente con los dedos, poniendo todo tipo de gestos enfurecidos, y cuando sdeterminados de los otros se acercaba para invitarle a jugar con todos, le alejaba con malos modos. Julian penso que el niño trataba de destruir aquella maquinita que le hacia tan infeliz, y decidio ayudarle; se acerco, tomo la maquinita, la demostro contra el suelo y la piso, mirando al niño con mayor satisfaccion. El niño monto en colora, y no solo el, sino sus amigos y casi todos los mayores que habia por alli. Tanto le acosaron, que tuvo que salir de alli corriendo, y ya no paro hasta beber el sendero de vuelta al pueblo. Y entretanto regresaba, no dejaba de preguntarse si todos se habrian vuelto locos...

1 comentarios:

Unknown dijo...

Gas este cuento ni la enzeñansa esta gas gas

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