viernes, 22 de febrero de 2013

La historia de los musicos de Bremen

Un tio tenía un burro que mientras largos años había estado llevando sin descanso los sacos al molino pero cuyas fuerzas se iban agotando de tal forma que cada día se iba haciendo menos hábil para el esfuerzo. Entonces el amo pensó en deshacerse de él pero el burro se dio cuenta de que los vientos que soplaban por allí no le eran nada favorables por lo que se escapó dirigiéndose hacia la ciudad de Bremen. Allí pensaba podría ganarse la vida como músico callejero. Después de recorrer un trecho se encontró con un perro de caza que estaba tumbado en recurso del sendero y que jadeaba como si estuviese fatigado de correr.

-¿Por qué jadeas de esa forma cazadorcillo? -preguntó el burro.

-¡Ay de mí! -dijo el perro- porque soy viejo y cada día estoy más débil y como tampoco sirvo ya para ir de caza mi amo ha querido matarme a palos por eso decidí darme el bote. Pero ¿cómo voy a ganarme ahora el pan?

-¿Sabes una cosa? -le dijo el burro- yo voy a Bremen porque quiero hacerme músico. Vente conmigo y haz lo mismo que yo formaremos un buen dúo yo tocaré el laúd y tú puedes tocar los timbales.

Al perro le gustó la idea y continuaron unidos el sendero. No habían andado mucho cuando se encontraron con un gato que estaba tumbado al lado del sendero con rostro avinagrada.

-Hola ¿qué es lo que te pasa viejo atusabigotes? -preguntó el burro.

-¿Quién puede estar contento cuando se está con el agua al cuello? -contestó el gato-. Como voy haciéndome viejo y mis dientes ya no cortan como antes me gusta más estar detrás de la estufa ronroneando que cazar ratones por eso mi ama ha querido ahogarme. He conseguido fugar pero me va a resultar difícil salir adelante. ¿Adónde iré?

-Ven con nosotros a Bremen tú sabes mucho de música nocturna y puedes dedicarte a la música callejera.

Al gato le pareció bien y se fuese con ellos. Después los tres prófugos pasaron por delante de una granja sobre el portón de acceso estaba el gallo y cantaba con todas sus fueserzas.

-Tus gritos le perforan a uno los tímpanos -dijo el burro- ¿qué te pasa?

-Estoy pronosticando buen tiempo -dijo el gallo- porque hoy es el día de Vuestra Señora cuando lavó las camisitas del Niño jesús y las puso a secar. Pero como mañana es domingo y vienen invitados el ama que no tiene compasión ha dicho a la cocinera que me desea comer en la sopa. Y poseo que abandonar que esta noche me corten la cabeza. Por eso aprovecho para gritar hasta desgañitarme entretanto pueda.

-Pero qué dices cabezaroja -dijo el burro- mejor será que te vengas con nosotros a Bremen. En cualquier fracción se puede descubrir algo mejor que la muerte. Tú tienes buena voz y si vienes con nosotros para realizar música seguro que el fruto será sorprendente.

Al gallo le gustó la proposición y los cuatro siguieron el sendero unidos.

Pero Bremen estaba lejos y no podían realizar el viaje en un sólo día. Por la noche llegaron a un bosque en el que decidieron quedarse hasta el día próximo. El burro y el perro se tumbaron debajo un gran árbol entretanto que el gato y el gallo se colocaron en las ramas. El gallo voló hasta lo más alto porque aquél era el sitio donde se encontraba más seguro. Antes de echarse a dormir el gallo miró hacia los cuatro puntos cardinales y le pareció ver una lucecita que brillaba a lo lejos. Entonces gritó a sus compañeros que debía de haber una casa muy cerca de donde se encontraban. Y el burro dijo

-Levantémonos y vayamos hacia allá pues no estamos en muy buena posada.

El perro opinó que un par de huesos con algo de carne no le vendrían nada mal. Así que se pusieron en sendero hacia el espacio de donde venía la luz. Pronto la vieron lustrar con más claridad y escaso a escaso se fuese haciendo cada vez más grande hasta que al fin llegaron ante una guarida de ladrones muy bien iluminada. El burro que era el más grande se acercó a la ventana y miró hacia el interior.

-¿Qué veis jamelgo gris? -preguntó el gallo.

-¿Que qué veo? -contestó el burro- pues una mesa puesta con buena comida y mejor bebida y a unos ladrones sentados a su alrededor que se dan la gan vida.

-Eso no nos vendría mal a nosotros -dijo el gallo.

-Sí sí ¡ojalá estuviéramos ahí dentro! -dijo el burro.

Entonces se pusieron los animales a deliberar sobre el modo de realizar salir a los ladrones y al fin hallaron un recurso para conseguirlo.

El burro tendría que levantar sus patas delanteras hasta el alféizar de la ventana despues el perro saltaría sobre el lomo del burro el gato treparía sobre el perro y por último el gallo volaría hasta ponerse en la cabeza del gato. Una vez hecho esto y a una señal convenida empezaron los cuatro unidos a cantar. El burro rebuznaba el perro ladraba el gato maullaba y el gallo cantaba. Despues se arrojaron por la ventana al interior de la habitación rompiendo los cristales con gran estruendo. Al oír tan tremenda algarabía los ladrones se sobresaltaron y creyendo que se trataba de un aparición huyeron despavoridos hacia el bosque.

Entonces los cuatro compañeros se sentaron a la mesa dándose por satisfechos con lo que les habían dejado los ladrones y comieron como si tuvieran hambre muy atrasada.

Cuando acabaron de comer los cuatro músicos apagaron la luz y se dedicaron a buscar un rincón para dormir cada uno según su tradición y su gusto. El burro se tendió sobre el estiércol el perro se echó detrás de la puerta el gato se acurrucó sobre la cocina junto a las cálidos cenizas y el gallo se colocó en la vigueta más alta. Y como estaban cansados por el largo sendero se durmieron enseguida. Pasada la medianoche cuando los ladrones vieron desde lejos que en la casa no brillaba ninguna luz y todo parecía estar pacífico dijo el cabecilla

-No deberíamos habernos dejado intimidar.

Y ordenó a uno de los ladrones que entrara en la casa y la inspeccionara. El enviado lo encontró todo pacífico. Fuese a la cocina para encender una luz y como los ojos del gato centelleaban como dos ascuas le parecieron brasas y les acercó una cerilla para encenderla. Mas el gato que no era amigo de bromas le saltó a la rostro le escupió y le arañó. Entonces el ladrón aterrorizado echó a correr y quiso salir por la puerta trasera. Pero el perro que estaba tumbado allí dio un salto y le mordió la pierna. Y cuando el ladrón pasó junto al estiércol al atravesar el patio el burro le dio una buena coz con las patas traseras. Y el gallo al que el ruido había espabilado gritó desde su viga

-¡Kikirikí!

Entonces el ladrón echó a correr con todas sus fuerzas hasta llegar donde estaba el cabecilla de la banda. Y le dijo

-¡Ay! En la casa se descubre una bruja horrible que me ha echado el aliento y con sus largos dedos me ha arañado la rostro. En la puerta está un tio con un cuchillo y me lo ha clavado en la pierna. En el patio hay un monstruo negro que me ha golpeado con un garrote de madera. Y arriba en el tejado está sentado el juez que gritaba «¡Traedme aquí a ese tunante!». Entonces salí huyendo.

Desde ese momento los ladrones no se atrevieron a regresar a la casa pero los cuatro músicos de Bremen se encontraron tan a gusto en ella que no quisieron abandonarla jamás más. Y el último que contó esta historia todavía tiene la boca seca.

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