martes, 17 de junio de 2014

Cuentos infantiles, Gael y la tortuga

La L playa era el espacio favorito de Gael. Por eso cuando sus papás le dijeron que en esas vacaciones se irían a Máncora se puso muy feliz. Máncora es una preciosa playa al norte del Perú. Sus arenas blanquísimas y sus bonitos paisajes son célebres en el mundo entero. AL llegar a Máncora, Gael y su familia se hospedaron en un lindo hotel hecho de cañas y piedra a la orilla del mar. Ahí Gael la pasó muy bien, haciendo castillos y jugando fútbol en la arena. Una noche De repente, Gael escuchó un ruido extraño. Parecía como si algo se raspara contra la pared. Armándose de valor, Gael salió caminando de puntitas hacia la fresca noche. - ¿A dónde vas?- le dijo su hermano Lucho, soñoliento. Pero Gael no le respondió. Bajó las escaleras y bordeó el chalet hasta la altura de su habitación. Ahí, en un oscuro rinconcito de la pared, una mácula negra se retorcía atrapada. Gael se asustó. - !Pero, si es una tortuguita! - exclamó tras él Lucho, que lo había seguido en silencio. - Shhhh! Que la vas a asustar - le pidió Gael. El pobre animalito parecía confundido. Había perdido el rumbo y terminado en las arenas del hotel. Sus hermanitos recién nacidos como él, habían seguido la voz del instinto progresando directo hacia el mar, pero la pobre tortuguita había equivocado el sendero - Juguemos con ella -dijo Lucho-; no, mejor llevémosla a casa y metámosla en una pecera. - ¿Cómo puedes pensar en algo así?- le reprendió mucho cuidado actuar deprisa Buscando y buscando, halló un espacio en la arena donde se veían muchos huecos y chiquitas huellitas que se dirigían hacia el mar. - Aquí es! Salieron de sus huevos y despues de la arena. Gael avanzó hacia las líneas de blanquísima espuma en un mar oscuro y con mucha delicadeza colocó a la tortuguita en la arena húmeda Para su sorpresa, la tortuguita giró su cara y se le quedó mirando, a forma de agradecimiento. Luego se volvió hacia el mar y desapareció. Pasó el tiempo y Gael se hizo papá Pasó aún más tiempo y se hizo abuelo Hasta que un buen día regresó con sus hijos y nietos a la misma playa donde había disfrutado de su niñez hacia más de setenta años El mar y la arena eran la placer de los nietos y su abuelo no permitía contener la emoción de verlos divertirse. Esa misma noche aprovechó para beber aire fresco. Se acomodó en una linda mecedora de mimbre en la terraza y disfrutó del susurro del mar, hasta que creyó oir un ruido. Al volverse, vio que al lado de su mecedora había una tortuga. Un animal gigantesco que lo miraba fijamente, con una combinación de tristeza e infinita ternura -¿Será posible?- se dijo Gael, como conversando con aquella roca viviente- ¿Podrás ser tú aquella misma tortuguita que salvé hace tanto tiempo? La tortuga giró su cabeza hacia él y alargó su cuello arrugado. Ella soy, mi salvador - le dijo, ante el asombro del anciano. - Hace muchos años me llevaste por el buen sendero y veo que tú también habéis seguido el tuyo con rectitud. Tu buena acción ha sido premiada con una vida plena y con mucho amor. Unos momentos después, el hijo de Gael salió a buscarlo. Lo halló en su mecedora feliz, contemplando las estrellas. En la orilla del mar creyó ver una enorme mácula oscura justo antes de desaparecer entre la espuma. - Pero, ¿qué era eso papá? - Un amigo, hijo;

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