lunes, 24 de marzo de 2014

Historias infantiles, Una historia de leñadores

Uno de los deportes tradicionales de Alaska es la tala de árboles. Hay leñadores célebres con un mayor dominio, habilidad y energía en el uso del hacha. Un joven que quería convertirse también en un mayor leñador, oyó hablar del mejor de los leñadores del país y decidió ir a su encuentro. -Quiero ser su discípulo. Quiero aprender a cortar árboles como usted. El maestro aceptó el desafío, y el joven leñador comenzó a cortar árboles con entusiasmo y vigor. Entre árbol y árbol, miraba a su maestro, pero la gran fracción del las veces lo veía sentado. El joven volvía entonces a sus árboles, seguro de vencer, y sientiendo pena por su viejo maestro. Al caer el día, para mayor sorpresa del joven, el viejo maestro había partido muchos más árboles que él. -¿Cómo puede ser? -se sorprendió– Casi todas las veces que lo miré estaba descansando. -No, hijo mío, yo no descansaba. Estaba afilando mi hacha. Esa es la razón por la que habéis perdido.” PD: La moraleja: El tiempo funcionario en afilar el hacha es valiosamente compensado. Del libro La Comunicación Eficaz/Lair Ribeiro

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