miércoles, 1 de octubre de 2014

Cuentos infantiles, Cuentos Infantiles

Mi abuela me ofrecía acompañarla en la siesta y a cambio me contaba un cuento. Ella se trasponía entretanto yo me transportaba. Luego me acostumbré a sestear cuando me contaban cuentos en clase. No supe jamás diferenciar entre el flautista de Hamelin y el generalísimo. He invertido mucho en despertarme. Y ahora veo por todas fracciónes a los ladrones de la cueva de Alí Babá y a todos los malhechores de todos los cuentos que me contó mi abuela. Jamás más vuelvo a echarme la siesta. Tan española, por otra fracción

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