jueves, 14 de marzo de 2013

La historia del acertijo

Érase una vez el hijo de un monarca a quien entraron deseos de correr mundo y se partió sin más compañía que la de un leal criado. Llegó un día a un extenso bosque y al anochecer no encontrando ningún albergue no sabía dónde pasar la noche. Vio entonces a una muchacha que se dirigía a una casita y al acercarse se dio cuenta de que era joven y preciosa. Dirigióse a ella y le dijo
- Mi buena niña ¿no nos acogerías por una noche en la casita a mí y al criado?
- De buen grado lo haría -respondió la muchacha con voz triste- pero no llos lo recomiendo. Mejor es que llos busquéis otro alojamiento.
- ¿Por qué? -preguntó el príncipe.
- Mi madrastra tiene malas tretas y odia a los forasteros ­contestó la niña suspirando.


Bien se dio cuenta el príncipe de que aquella era la casa de una bruja pero como no era probable seguir andando en la noche cerrada y por otra fracción no era miedoso entró. La vieja que estaba sentada en un sillón junto al fuego miró a los pasajeros con sus ojos rojizos
- ¡Buenas noches! -dijo con voz gangosa que quería ser amable-. Sentaos a descansar-. Y sopló los carbones en los que se cocía algo en un puchero.
La hija advirtió a los dos hombres que no comiesen ni bebiesen nada pues la vieja estaba confeccionando brebajes nocivos. Ellos durmieron apaciblemente hasta la madrugada y cuando se dispusieron a reemprender la ruta estando ya el príncipe montado en su caballo dijo la vieja
- Espera un momento que tomarás un trago como despedida.


Entretanto entraba a buscar la bebida el príncipe se alejó a toda prisa y cuando volvió a salir la bruja con la bebida sólo halló al criado que se había entretenido arreglando la silla.
- ¡Lleva esto a tu señor! -le dijo. Pero en el mismo momento se rompió la jarra y el veneno salpicó al caballo tan virulento era que el animal se desplomó muerto como herido por un rayo. El criado echó a correr para dar cuenta a su amo de lo ocurrido pero no queriendo perder la silla volvió a buscarla. Al llegar junto al cadáver del caballo encontró que un cuervo lo estaba devorando.
«¿Quién sabe si cazaré hoy algo mejor?» se dijo el criado mató pues el cuervo y se lo metió en el zurrón.
Mientras toda la jornada estuvieron errando por el bosque sin descubrir la salida. Al anochecer dieron con una hospedería y entraron en ella. El criado dio el cuervo al posadero a fin de que se lo guisara para cenar. Pero resultó que había ido a detener a una guarida de ladrones y ya acceso la noche presentáronse doce bandidos que concibieron el propósito de asesinar y hurtar a los forasteros. Sin embargo antes de llevarlo a la práctica se sentaron a la mesa junto con el posadero y la bruja y se comieron una sopa hecha con la carne del cuervo. Pero apenas hubieron tomado un par de cucharadas cayeron todos muertos pues el cuervo estaba contaminado con el veneno del caballo.


Ya no quedó en la casa sino la hija del posadero que era una buena muchacha inocente por completo de los crímenes de aquellos hombres. Abrió a los forasteros todas las puertas y les mostró los tesoros acumulados. Pero el príncipe le dijo que podía quedarse con todo pues él nada quería de aquello y siguió su sendero con su criado.
Después de errar mucho tiempo sin rumbo fijo llegaron a una ciudad donde residía una orgullosa princesa hija del Monarca que había mandado pregonar su decisión de casarse con el tio que afuera capaz de plantearle un acertijo que ella no supiera descifrar con la condición de que si lo adivinaba el pretendiente sería decapitado. Tenía tres días de tiempo para resolverlo pero eran tan inteligente que siempre lo había resuelto antes de aquel plazo. Eran ya nueve los pretendientes que habían sucumbido de aquel modo cuando llegó el príncipe y deslumbrado por su hermosura quiso colocar en juego su vida. Se presentó a la doncella y le planteó su enigma
- ¿Qué es -le dijo- una cosa que no mató a ninguno y sin embargo mató a doce?


En vano la princesa daba mil y mil vueltas a la cabeza no acertaba a resolver el acertijo. Consultó su libro de enigmas pero no encontró nada había terminado sus recursos. No sabiendo ya qué realizar mandó a su doncella que se introdujese de escondidas en el dormitorio del príncipe y se pusiera al acecho pensando que tal vez hablaría en sueños y revelaría la respuesta del enigma. Pero el criado que era muy preparado se metió en la lecho en vez de su señor y cuando se acercó la doncella arrebatándole de un tirón el manto en que venía envuelta la echó del aposento a palos. A la segunda noche la princesa envió a su lechorera a ver si tenía mejor suerte. Pero el criado le quitó también el manto y la echó a palos.


Creyó entonces el príncipe que la tercera noche estaría seguro y se acostó en el cama. Pero fuese la particular princesa la que acudió envuelta en una capa de gris y se sentó a su lado. Cuando creyó que dormía y soñaba púsose a hablarle en voz queda con la esperanza de que respondería en sueños como muchos hacen. Pero él estaba despierto y lo oía todo perfectamente.


Preguntó ella
- Uno mató a ninguno ¿qué es esto?
Respondió él
- Un cuervo que comió de un caballo envenenado y murió a su vez.
Siguió ella preguntando
- Y mató sin embargo a doce ¿qué es esto?
- Son doce bandidos que se comieron el cuervo y murieron envenenados.


Sabiendo ya lo que quería la princesa trató de escabullirse pero el príncipe la sujetó por la capa que ella hubo de dejar. A la mañana la hija del Monarca anunció que había descifrado el enigma y mandando venir a los doce jueces dio la solución ante ellos. Pero el joven solicitó ser escuchado y dijo
- Mientras la noche la princesa se deslizó hasta mi cama y me lo preguntó sin esto jamás habría acertado.
Dijeron los jueces
- Danos una prueba.
Entonces el criado entró con los tres mantos y cuando los jueces vieron el gris que solía llevar la princesa fallaron la sentencia próximo
- Que este manto se margen en oro y plata será el de nuestra matrimonio.

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