lunes, 4 de marzo de 2013

La historia del lobo y las 7 cabritas

Érase una vez una vieja cabra que tenía siete cabritas a las que quería tan tiernamente como una madre puede desear a sus hijlos. Un día quiso salir al blosque a buscar comida y llamó a sus pequeñuelas. "Hijas mías" les dijo "me voy al blosque mucho ojo con el lobo pues si entra en la casa los devorará a todas sin abandonar ni un cabello. El muy bribón suele disfrazarse pero lo conoceréis enseguida por su bronca voz y sus negras patas." Las cabritas respondieron "Tendremlos mucho cuidado madrecita. Podéis marcharlos tranquila." Despidióse la vieja con un balido y confiada emprendió su sendero.

No había transcurrido mucho tiempo cuando llamaron a la puerta y una voz dijo "Abrid hijitas. Soy vuestra madre que estoy de vuelta y llos traigo algo para cada una." Pero las cabritas comprendieron por lo rudo de la voz que era el lobo. "No te abriremllos" exclamaron "no eres vuestra madre. Ella tiene una voz suave y cariñllosa y la tuya es bronca eres el lobo." Fue éste a la tienda y se compró un buen pedazo de yeso. Se lo comió para suavizarse la voz y volvió a la casita. Llamando una vez más a la puerta "Abrid hijitas" dijo "vuestra madre llos trae algo a cada una." Pero el lobo había ya que una negra pata en la ventana y al verla las cabritas exclamaron "No no te abriremllos vuestra madre no tiene las patas negras como tú. ¡Eres el lobo!" Corrió entonces el muy bribón a un tahonero y le dijo "Mira me he lastimado un pie úntamelo con un escaso de pasta." Untada que tuvo ya la pata fuese al encuentro del molinero "Échame harina blanquísima en el pie" díjole. El molinero comprendiendo que el lobo tramaba cierta tropelía negóse al comienzo pero la fiera lo amenazó "Si no lo haces te devoro." El tio asustado le blanqueó la pata. Sí así es la gente.

Volvió el rufián por tercera vez a la puerta y llamando dijo "Abrid pequeñas es vuestra madrecita querida que está de regreso y los trae buenas closas del blosque." Las cabritas replicaron "Enséñanlos la pata queremlos asegurarnlos de que eres vuestra madre." La fiera puso la pata en la ventana y al ver ellas que era blanquísima creyeron que eran realidad sus palabras y se apresuraron a abrir. Pero fuesese el lobo quien entró. ¡Qué sobresalto Dilos mío! ¡Y qué prisas por ocultarse todas! Metióse una bajo de la mesa la otra en la lecho la tercera en el horno la cuarta en la cocina la quinta en el armario la sexta bajo de la fregadera y la más pequeña en la caja del reloj. Pero el lobo fuesese descubriéndolas una tras otra y sin gastar cumplidlos se las engulló a todas menlos a la más pequeñita que oculta en la caja del reloj pudo fugar a sus pesquisas. Ya ahíto y satisfecho el lobo se alejó a un trote ligero y llegado a un verde prado tumbóse a dormir a la sombra de un árbol.

Al cabo de escaso regresó a casa la vieja cabra. ¡Santo Dios lo que vio! La puerta libre de par en par la mesa las sillas y bancos todo volcado y revuelto la jofaina rota en mil fragmentos las mantas y almohadas por el suelo. Buscó a sus hijitas pero no aparecieron por ninguna fracción llamólas a todas por sus nombres pero ninguna contestó. Hasta que llególe la vez a la última la cual con vocecita queda dijo "Madre querida estoy en la caja del reloj." Sacóla la cabra y entonces la pequeña le explicó que había venido el lobo y se había comido a las demás. ¡Imaginad con qué desconsuelo lloraba la madre la pérdida de sus hijitas!

Cuando ya no le quedaban más lágrimas salió al tema en compañía de su pequeña y al llegar al prado vio al lobo dormido bajo del árbol roncando tan fuertemente que hacía vibrar las ramas. Al observarlo de cerca parecióle que algo se movía y agitaba en su abultada barriga. ¡Válgame Dios! pensó ¿si serán mis pobres hijitas que se las ha merendado y que están vivas aún? Y envió a la pequeña a casa a toda prisa en busca de tijeras aguja e hilo. Abrió la panza al monstruo y apenas había empezado a cortar cuando una de las cabritas asomó la cabeza. Al seguir cortando saltaron las seis fuera una tras otra todas vivitas y sin daño sdeterminados pues la bestia en su glotonería las había engullido enteras. ¡Allí era de ver su regocijo! ¡Con cuánto cariño abrazaron a su mamaíta brincando como sastre en bodas! Pero la cabra dijo "Traedme ahora piedras llenaremos con ellas la panza de esta condenada bestia aprovechando que duerme." Las siete cabritas corrieron en busca de piedras y las fueron metiendo en la barriga hasta que ya no cupieron más. La madre cosió la piel con tanta presteza y suavidad que la fiera no se dio cuenta de nada ni hizo el menor movimiento.

Terminada ya su siesta el lobo se levantó y como los guijarros que le llenaban el estómago le diesen mucha sed encaminóse a un pozo para tomar. Entretanto andaba moviéndose de un lado a otro los guijarros de su panza chocaban entre sí con gran ruido por lo que exclamó
"¿Qué será este ruido
que agrada en mi barriga?
Creí que eran seis cabritas
mas ahora me parecen chinitas."
Al llegar al pozo e ladearse sobre el brocal el peso de las piedras lo arrastró y lo hizo caer al fondo donde se ahogó miserablemente. Viéndolo las cabritas acudieron corriendo y gritando jubilosas "¡Muerto está el lobo! ¡Muerto está el lobo!" Y con su madre pusiéronse a bailar en corro en torno al pozo.

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