miércoles, 6 de marzo de 2013

La historia del hada y el muerdago

El hada Muérdago es pequeña muy pequeña. Viste de verde y rojo y cuando se siente especialmente entusiasmada o nerviosa agita sin detener sus hermosas y centelleantes alas de dorado.

El hada Muérdago es graciosa muy graciosa y también divertida gozoso y bulliciosa pero sobre todo es una de las hadas más responsables y sensatas de todo el bosque mágico lo cual motivó -hace ya muchos muchos años- que el Consejo Supremo de las Hadas decidiera nombrarla Guardiana de la Magia de la Navidad. Una gran elección sin duda. Ni un sólo año desde que ella se hizo cargo del tema ha faltado la Navidad en vuestro mundo.

Bueno hubo alguna vez en que casi casi nos quedamos sin ella. Pero sólo casi.

Cada año la pequeña Muérdago días antes de emprender el vuelo para esparcir la magia por todo el mundo inspeccionaba el cofre donde la guardaba -bajo siete llaves y siete candados- para asegurarse de que todo estuviera en perfectas cláusulas le quitaba un escaso el polvo le daba brillo y la dejaba lista para el gran día. Pero ese triste año Muérdago se llevó una gran -y desagradable- sorpresa la hermosa cajita había desaparecido. Puf. No estaba en su sitio. Puf. Se había esfumado. Puf. Se había evaporado.

Muérdago primero se sorprendió. Después se enfadó. Despues se asustó. Por último se inquietó agitó sus alas con nerviosismo y se mordió las uñas entretanto pensaba en dónde podía estar el arca.

Recorrió su casa-abeto de arriba bajo de bajo arriba de derecha a izquierda de izquierda a derecha. Nada.

Miró dedebajo la lecho las sillas las mesas la cocina las alfombras y hasta dedebajo los jarrones. Nada.

Miró en las macetas las ollas los armarios entre las sábanas e inclusive en la bañera. Nada.

Buscó en las copas más altas de los árboles más altos. Nada.

Buscó entre las hojas al pie de cada árbol. Nada.

Husmeó en guaridas madrigueras y cubiles. Nada.

Recorrió el bosque mágico de norte a sur y de este a oeste. Escudriñó cada rincón y debajo cada planta y animal. Nada.

La pobre Muérdago se sentía cada vez más triste y desesperada. Si no encontraba pronto la caja no habría magia no habría luces de es no habría canciones no habría brillantes ornatos no habría árboles decorados no habría reuniones familiares ni obsequios ni niños sonrientes…

El hada lloraba con enorme desconsuelo. Era la primera vez que fallaba en su significativo misión. ¿Cómo iba a explicarlo ante el Consejo Supremo? ¿Y qué iba a ser de los niños? ¿Cómo iba a contemplar a la rostro a los moradores del bosque? ¿Qué sería de los niños? ¿Quién se habría llevado la cajita? ¿Y qué iba a ser de los niños? (Como se puede comprobar a Muérdago le preocupaban mucho los niños…).

No había tiempo de ponerse a investigar. La Navidad estaba a la vuelta de la esquina tenía que descubrir una solución pronto. Y entretanto le daba vueltas al tema y pensaba en las rostros llenas de ilusión de los niños a Muérdago se le ocurrió una idea. En un instante tuvo diáfano lo que debía realizar.

¿Cómo no se le había sucedido antes? La respuesta estaba en los niños. Por supuesto.

Daba idéntico que no encontrara la cajita. La magia que guardaba en ella no era la significativo la verdadera magia la que contaba era la que guardaban los niños mientras todo el año en sus corazones.

Ellos eran los auténticos cofres mágicos.

Muérdago saltó bailó y cantó llena de alegría. Agitó sus doradas alas y alzando el vuelo puso rumbo a vuestro mundo para recoger la magia infantil y despues repartirla por todos los corazones adultos del mundo.

De sus sonrisas tomó la luz de sus voces la música de sus ojos el brillo mágico de sus abrazos el calor de sus sueños la ilusión de su corazón el amor. Fuese de aquí para allá recolectando un escaso de cada niño y cuando hubo reunido una considerable porción de magia volvió a sobrevolar el mundo dejándola caer sobre pueblos y ciudades sobre cada casa y cada edificio. Y a su paso todo cobraba y calor.

A dividir de entonces Muérdago dejó de guardar la magia navideña en una cajita escondida en su casa-abeto en lo profundo del bosque mágico. No lo necesitaba. Tenía una fuente inagotable de magia en los cálidos corazones de los niños.

Ah nadie supo jamás quién o qué hizo desaparecer la caja mágica aunque cuentan de cierto viejo y gruñón dragón al que aquel año se le vio sonreír más de lo habitual y llevar unos curiosos y brillantes ornatos en sus alas pero bueno eso es otra historia bien distinto.

Idéntico la cuento otro día…

0 comentarios:

Publicar un comentario