miércoles, 10 de abril de 2013

El cuento del gato con botas

Había una vez un molinero cuya única herencia para sus tres hijos eran su molino su asno y su gato. Pronto se hizo la repartición sin necesitar de un clérigo ni de un abogado pues ya habían consumido todo el pobre patrimonio. Al mayor le tocóel molino al segundo el asno y al menor el gato que quedaba.

El pobre joven amigo estaba bien inconforme por haber recibido tan poquito.

-"Mis hermanos"- dijo él-"pueden realizar una bonita vida juntando sus bienes pero por mi fracción después de haberme comido al gato y realizar unas sandalias con su piel entonces no me quedará más que expirar de hambre."-

El gato que oyó todo eso pero no lo tomaba así le dijo en un tono firme y serio

-"No te preocupes tanto mi buen amo. Si me das un bolso y me tienes un par de botas para mí con las que yo pueda atravesar lodos y zarzales entonces verás que no eres tan pobre conmigo como te lo imaginas."-

El amo del gato no le dió mucha probabilidad a lo que le decía. Sin embargo a menudo lo había visto haciendo ingeniosos trucos para atrapar ratas y ratones tal como colgarse por los talones o escondiéndose dentro de los alimentos y fingiendo estar muerto. Así que tomó algo de esperanza de que él le podría ayudar a paliar su miserable situación.

Después de recibir lo solicitado el gato se puso sus botas galantemente y amarró el bolso alrededor de su cuello. Se dirigió a un espacio donde abundaban los conejos puso en el bolso un escaso de cereal y de verduras y tomó los cordones de cierre con sus patas delanteras y se tiró en el suelo como si estuviera muerto. Entonces esperó que algunos conejitos de esos que aún no saben de los engaños del mundo llegaran a contemplar dentro del bolso.

Apenas recién se había echado cuando obtuvo lo que quería. Un atolondrado e ingenuo conejo saltó a la bolsa y el astuto gato jaló inmediatamente los cordones cerrando la bolsa y capturando al conejo.

Orgulloso de su presa fuesese al palacio del monarca y pidió hablar con su majestad. Él fuesese llevado arriba a los apartamentos del monarca y haciendo una pequeña reverencia le dijo

-"Majestad le traigo a usted un conejo enviado por mi noble señor el Marqués de Carabás. (Porque ese era el título con el que el gato se complacía en darle a su amo)."-

-"Dile a tu amo"- dijo el monarca -"que se lo agradezco mucho y que estoy muy complacido con su regalo."-

En otra ocasión fuese a un tema de granos. De nuevo cargó de granos su bolso y lo mantuvo abierto hasta que un grupo de perdices ingresaron jaló las cuerdas y las capturó. Se presentó con ellas al monarca como había hecho antes con el conejo y se las ofreció. El monarca de idéntico forma recibió las perdices con gran placer y le dió una propina. El gato continuó de tiempo en tiempo mientras unos tres meses llevándole presas a su majestad en nombre de su amo.

Un día en que él supo con certeza que el monarca recorrería la rivera del río con su hija la más encantadora princesa del mundo le dijo a su amo

-"Si sigues mi consejo tu fortuna está lista. Todo lo que debes realizar es ir al río a bañarte en el espacio que te enseñaré y déjame el resto a mí."-

El Marqués de Carabás hizo lo que el gato le aconsejó aunque sin saber por qué. Entretanto él se estaba bañando pasó el monarca por ahí y el gato empezó a gritar

-"¡Auxilio!¡Auxilio!¡Mi señor el Marqués de Carabás se está ahogando!"-

Con todo ese ruido el monarca asomó su oído aafuera de la ventana del coche y viendo que era el mismo gato que a menudo le traía tan buenas presas ordenó a sus guardias correr inmediatamente a darle asistencia a su señor el Marqués de Carabás. Entretanto los guardias sacaban al Marqués aafuera del río el gato se acercó al coche y le dijo al monarca que entretanto su amo se bañaba algunos rufianes llegaron y le robaron sus vestidos a pesar de que gritó algúnas veces tan alto como pudo

-"¡Ladrones!¡Ladrones!"-

En verdad el astuto gato había escondido los vestidos debajo una gran piedra.

El monarca inmediatamente ordenó a los oficiales de su ropero correr y traer uno de sus mejores vestidos para el Marqués de Carabás. El monarca entonces lo recibió muy cortésmente. Y ya que los vestidos del monarca le daban una aspecto muy atractiva (además de que era apuesto y bien proporcionado) la hija del monarca tomó una secreta inclinación sentimental hacia él. El Marqués de Carabás sólo tuvo que dar dos o tres respetuosas y algo tiernas miradas a ella para que ésta se sintiera fuertemente enamorada de él. El monarca le pidió que entrara al coche y los acompañara en su recorrido.

El gato sumamente complacido del éxito que iba alcanzando su programa corrió adelantándose. Reunió a algunos lugareños que estaban preparando un terreno y les dijo

-"Mis buenos amigos si ustedes no le dicen al monarca que los terrenos que ustedes están trabajando pertenecen al Marqués de Carabás los harán en picadillo de carne."-

Cuando pasó el monarca éste no tardó en preguntar a los trabajadores de quién eran esos terrenos que estaban limpiando.

-"Son de mi señor el Marqués de Carabás."- contestaron todos a la vez pues las amenazas del gato los habían amedrentado.

-"Puede ver señor"- dijo el Marqués -"estos son terrenos que jamás fallan en dar una excelente cosecha cada año."-

El hábil gato siempre corriendo adelante del coche reunió a algunos segadores y les dijo

-"Mis buenos amigos si ustedes no le dicen al monarca que todos estos granos pertenecen al Marqués de Carabás los harán en picadillo de carne."-

El monarca que pasó momentos después les preguntó a quien pertenecían los granos que estaban segando.

-"Pertenecen a mi señor el Marqués de Carabás."- replicaron los segadores lo que complació al monarca y al marqués. El monarca lo felicitó por tan buena cosecha. El leal gato siguió corriendo adelante y decía lo mismo a todos los que encontraba y reunía. El monarca estaba asombrado de las amplias propiedades del señor Marqués de Carabás.

Por fin el astuto gato llegó a un majestuoso castillo cuyo dueño y señor era un ogro el más rico que se debiera conocido entonces. Todas las tierras por las que había pasado el monarca anteriormente pertenecían en verdad a este castillo. El gato que con anterioridad se había listo en saber quien era ese ogro y lo que podía realizar pidió hablar con él diciendo que era imposible pasar tan cerca de su castillo y no tener el honor de darle sus respetos.

El ogro lo recibió tan cortésmente como podría realizarlo un ogro y lo invitó a sentarse.

-"Yo he oído"- dijo el gato -"que eres capaz de cambiarte a la manera de cualquier criatura en la que pienses. Que tú puedes por ejemplo convertirte en león elefante u otro similar."-

-"Es cierto"- contestó el ogro muy contento -"Y para que te convenzas me haré un león."-

El gato se aterrorizó tanto por ver al león tan cerca de él que saltó hasta el techo lo que lo puso en más problema pues las botas no le ayudaban para caminar sobre el tejado. Sin embargo el ogro volvió a su manera natural y el gato bajó diciéndole que verdaderamente estuvo muy asustado.

-"También he oído"- dijo el gato -"que también te puedes transformar en los animales más pequeñitos como una rata o un ratón. Pero eso me cuesta creerlo. Debo admitirte que yo pienso que realmente eso es imposible."-

-"¿Imposible?"- Gritó el ogro -"¡Ya lo verás!"-

Inmediatamente se transformó en un chico ratón y comenzó a correr por el piso. En cuanto el gato vio aquello lo atrapó y se lo tragó.

Entretanto tanto llegó el monarca y al pasar vio el bonito castillo y decidió entrar en él. El gato que oyó el ruido del coche acercándose y pasando el puente corrió y le dijo al monarca

-"Su majestad es bienvenido a este castillo de mi señor el Marqués de Carabás."-

-"¿Qué?¡Mi señor Marqués!" exclamó el monarca -"¿Y este castillo también te pertenece? No he conocido nada más fino que esta corte y todos los edificios y propiedades que lo rodean. Entremos si no te importa."-

El marqués brindó su mano a la princesa para ayudarle a bajar y siguieron al monarca quien iba adelante. Ingresaron a una espaciosa sala donde estaba lista una magnífica fiesta que el ogro había listo para sus amistades que llegaban exactamente ese mismo día pero no se atrevían a entrar al saber que el monarca estaba allí.

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