jueves, 25 de abril de 2013

El cuento de la Cenicienta

Érase una mujer casada con un tio muy rico que enfermó y presintiendo su próximo fin llamó a su única hijita y le dijo "Hija mía Seguid siendo siempre buena y piadosa y el buen Dios no te abandonará. Yo velaré por ti desde el cielo y me tendrás siempre a tu lado." Y cerrando los ojos murió. La muchachita iba todos los días a la tumba de su madre a llorar y siguió siendo buena y piadosa. Al llegar el invierno la nieve cubrió de un blanco manto la sepultura y cuando el sol de primavera la hubo derretido el padre de la niña contrajo nuevo boda.

La segunda mujer llevó a casa dos hijas de cara bello y blanquísima tez pero negras y malvadas de corazón. Vinieron entonces días muy duros para la pobrecita huérfana. "¿Esta estúpida tiene que estar en la sala con nosotras?" decían las recién llegadas. "Si desea comer pan que se lo gane. ¡Fuera a la cocina!" Le quitaron sus bonitos vestidosle pusieron una blusa vieja y le dieron un par de zuecos para calzado "¡Mira la orgullosa princesa qué compuesta!" Y burlándose de ella la llevaron a la cocina. Allí tenía que pasar el día entero ocupada en duros esfuerzos. Se levantaba de madrugada iba por agua encendía el fuego preparaba la comida lavaba la ropa. Y por añadidura sus hermanastras la sometían a todas las mortificaciones imaginables se burlaban de ella le esparcían entre la ceniza los guisantes y las lentejas para que tuviera que pasarse horas recogiéndolas. A la noche rendida como estaba de tanto laborar en vez de acostarse en una lecho tenía que realizarlo en las cenizas del hogar. Y como por este causa iba siempre polvorienta y sucia la llamaban Cenicienta.

Un día en que el padre se disponía a ir a la feria preguntó a sus dos hijastras qué deseaban que les trajese. "Hermosos vestidos" respondió una de ellas. "Perlas y piedras preciosas" dijo la otra. "¿Y tú Cenicienta" preguntó "qué quieres?" - "Padre corta la primera ramita que toque el sombrero cuando regreses y traemela." Compró el tio para sus hijastras magníficos vestidos perlas y piedras preciosas de vuelta al atravesar un bosquecillo un brote de avellano le hizo caer el sombrero y él lo cortó y se lo llevó consigo. Llegado a casa dio a sus hijastras lo que habían pedido y a Cenicienta el brote de avellano. La muchacha le dio las gracias y se fuese con la rama a la tumba de su madre allí la plantó regándola con sus lágrimas y el brote creció convirtiéndose en un bonito árbol. Cenicienta iba allí tres veces al día a llorar y orar y siempre encontraba un pajarillo blanco posado en una rama un pajarillo que cuando la niña le pedía algo se lo echaba desde arriba.

Sucedió que el Monarca organizó unas fiestas que debían durar tres días y a las que fueseron invitadas todas las doncellas bonitas del país para que el príncipe heredero eligiese entre ellas una esposa. Al enterarse las dos hermanastras que también ellas figuraban en la lista se pusieron muy contentas. Llamaron a Cenicienta y le dijeron "Péinanos cepíllanos bien los zapatos y abróchanos las hebillas vamos a la fiesta de palacio." Cenicienta obedeció aunque llorando pues también ella debiera querido ir al danza y así rogó a su madrastra que se lo permitiese. "¿Tú la Cenicienta cubierta de polvo y porquería pretendes ir a la fiesta? No tienes vestido ni zapatos ¿y quieres bailar?" Pero al insistir la muchacha en sus súplicas la mujer le dijo finalmente "Te he echado un plato de lentejas en la ceniza si las recoges en dos horas te dejaré ir." La muchachita saliendo por la puerta trasera se fuese al jardín y exclamó "¡Palomitas mansas tortolillas y avecillas todas del cielo vengan a ayudarme a recoger lentejas!
Las buenas en el pucherito
las malas en el buchecito."
Y acudieron a la ventana de la cocina dos palomitas blanquísimas despues las tortolillas y finalmente comparecieron bulliciosas y presurosas todas las avecillas del cielo y se posaron en la ceniza. Y las palomitas bajando las cabecitas empezaron pic pic pic pic y despues todas las demás las imitaron pic pic pic pic y en un santiamén todos los granos buenos estuvieron en la fuente. No había transcurrido ni una hora cuando terminado el esfuerzo echaron a volar y desaparecieron. La muchacha llevó la fuente a su madrastra contenta porque creía que la permitirían ir a la fiesta pero la vieja le dijo "No Cenicienta no tienes vestidos y no puedes bailar. Todos se burlarían de ti." Y como la pobre rompiera a llorar "Si en una hora eres capaz de limpiar dos fuentes llenas de lentejas que echaré en la ceniza te permitiré que vayas." Y pensaba "Jamás podrá hacerlo." Pero cuando las lentejas estuvieron en la ceniza la doncella salió al jardín por la puerta trasera y gritó "¡Palomitas mansas tortolillas y avecillas todas del cielo vengan a ayudarme a limpiar lentejas!
Las buenas en el pucherito
las malas en el buchecito."
Y enseguida acudieron a la ventana de la cocina dos palomitas blanquísimas y despues las tortolillas y finalmente comparecieron bulliciosas y presurosas todas las avecillas del cielo y se posaron en la ceniza. Y las palomitas bajando las cabecitas empezaron pic pic pic pic y despues todas las demás las imitaron pic pic pic pic echando todos los granos buenos en las fuentes. No había transcurrido aún media hora cuando terminada ya su tarea emprendieron todas el vuelo. La muchacha llevó las fuentes a su madrastra pensando que aquella vez le permitiría ir a la fiesta. Pero la mujer le dijo "Todo es inútil no vendrás pues no tienes vestidos ni sabes bailar. Serías vuestra vergüenza." Y volviéndole la espalda partió apresuradamente con sus dos orgullosas hijas.

No habiendo ya nadie en casa Cenicienta se encaminó a la tumba de su madre debajo el avellano y suplicó
"¡Arbolito sacude tus ramas frondosas
y échame oro y plata y más cosas!"
Y he aquí que el pájaro le echó un vestido bordado en plata y oro y unas zapatillas con ornatos de seda y plata. Se vistió a toda prisa y corrió a palacio donde su madrastra y hermanastras no la reconocieron y al verla tan ricamente ataviada la tomaron por una princesa extranjera. Ni por un momento se les ocurrió pensar en Cenicienta a quien creían en su cocina sucia y buscando lentejas en la ceniza. El príncipe salió a recibirla y tomándola de la mano bailó con ella. Y es el caso que no quiso bailar con ninguna otra ni la soltó de la mano y cada vez que se acercaba otra muchacha a invitarlo se negaba diciendo "Ésta es mi pareja."

Al anochecer Cenicienta quiso regresar a su casa y el príncipe le dijo "Te acompañaré" deseoso de saber de dónde era la bella muchacha. Pero ella se le escapó y se encaramó de un salto al palomar. El príncipe aguardó a que llegase su padre y le dijo que la doncella forastera se había escondido en el palomar. Entonces pensó el viejo ¿Será la Cenicienta? Y pidiendo que le trajesen un hacha y un pico se puso a derribar el palomar. Pero en su interior no había nadie. Y cuando todos llegaron a casa encontraron a Cenicienta entre la ceniza cubierta con sus sucias ropas entretanto un candil de óleo ardía en la chimenea pues la muchacha se había dado buena maña en brincar por detrás del palomar y correr hasta el avellano allí se quitó sus bonitos vestidos y los depositó sobre la tumba donde el pajarillo se encargó de recogerlos. Y enseguida se volvió a la cocina vestida con su sucia batita.

Al día próximo a la hora de regresar a empezar la fiesta cuando los padres y las hermanastras se hubieron marchado la muchacha se dirigió al avellano y le dijo
"¡Arbolito sacude tus ramas frondosas
y échame oro y plata y más cosas!"
El pajarillo le envió un vestido mucho más espléndido aún que el de la víspera y al presentarse ella en palacio tan magníficamente ataviada todos los presentes se pasmaron ante su hermosura. El hijo del Monarca que la había estado aguardando la tomó nmediatamente de la mano y sólo bailó con ella. A las demás que fueron a solicitarlo les respondía "Ésta es mi pareja." Al anochecer cuando la muchacha quiso retirarse el príncipe la siguió para ver a qué casa se dirigía pero ella desapareció de un brinco en el jardín de detrás de la suya. Crecía en él un grande y bonito peral del que colgaban peras magníficas. Se subió ella a la copa con la ligereza de una ardilla saltando entre las ramas y el príncipe la perdió de vista. El joven aguardó la llegada del padre y le dijo "La joven forastera se me ha escapado creo que se subió al peral." Pensó el padre ¿Será la Cenicienta? Y bebiendo un hacha derribó el árbol pero nadie apareció en la copa. Y cuando entraron en la cocina allí estaba Cenicienta entre las cenizas como tenía por tradición pues había saltado al suelo por el lado contrario del árbol y después de devolver los bonitos vestidos al pájaro del avellano volvió a ponerse su batita gris.

El tercer día en cuanto se hubieron marchado los demás volvió Cenicienta a la tumba de su madre y suplicó al arbolillo
"¡Arbolito sacude tus ramas frondosas
y échame oro y plata y más cosas!"
Y el pájaro le echó un vestido soberbio y brillante como jamás se viera otro en el mundo con unos zapatitos de oro puro. Cuando se presentó a la fiesta todos los concurrentes se quedaron boquiabiertos de admiración. El hijo del Monarca bailó exclusivamente con ella y a todas las que iban a solicitarlo les respondía "Ésta es mi pareja."

Al anochecer se despidió Cenicienta. El hijo del Monarca quiso acompañarla pero ella se escapó con tanta rapidez que su admirador no pudo darle alcance. Pero esta vez recurrió a una trampa mandó embadurnar con pez las escaleras de palacio por lo cual al brincar la muchacha los peldaños se le quedó la zapatilla izquierda adherida a uno de ellos. Recogió el príncipe la zapatilla y observó que era diminuta graciosa y toda ella de oro. A la mañana próximo presentóse en casa del tio y le dijo "Mi esposa será aquella cuyo pie se ajuste a este zapato." Las dos hermanastras se alegraron pues ambas tenían los pies muy lindos. La mayor fuese a su cuarto para probarse la zapatilla acompañada de su madre. Pero no había modo de introducir el dedo obeso y al ver que la zapatilla era demasiado pequeña la madre alargándole un cuchillo le dijo "¡Córtate el dedo! Cuando seas reina no tendrás necesidad de andar a pie." Lo hizo así la muchacha forzó el pie en el zapato y reprimiendo el dolor se presentó al príncipe. Él la hizo montar en su caballo y se marchó con ella. Pero hubieron de pasar por delante de la tumba y dos palomitas que estaban posadas en el avellano gritaron
"Ruke di guk ruke di guk
sangre hay en el zapato.
El zapato no le va
La novia verdadera en casa está."
Miró el príncipe el pie y vio que de él fluía sangre. Hizo dar media vuelta al caballo y devolvió la muchacha a su madre diciendo que no era aquella la que buscaba y que la otra hermana tenía que probarse el zapato. Subió ésta a su habitación y aunque los dedos le entraron holgadamente en cambio no había forma de meter el talón. Le dijo la madre alargándole un cuchillo "Córtate un fragmento del talón. Cuando seas reina no tendrás necesidad de andar a pie." Cortóse la muchacha un pedazo del talón metió a la fuerza el pie en el zapato y reprimiendo el dolor se presentó al hijo del Monarca. Montó éste en su caballo y se marchó con ella. Pero al pasar por delante del avellano las dos palomitas posadas en una de sus ramas gritaron
"Ruke di guk ruke di guk
sangre hay en el zapato.
El zapato no le va
La novia verdadera en casa está."
Miró el príncipe el pie de la muchacha y vio que la sangre manaba del zapato y había enrojecido la blanquísima media. Volvió grupas y llevó a su casa a la falsa novia. "Tampoco es ésta la verdadera" dijo. "¿No tienen otra hija?" - "No" respondió el tio. Sólo de mi esposa difunta queda una Cenicienta pringosa pero es imposible que sea la novia." Mandó el príncipe que la llamasen pero la madrastra replicó "¡Oh no! ¡Va demasiado sucia! No me atrevo a presentarla." Pero como el hijo del Monarca insistiera no hubo más remedio que llamar a Cenicienta. Lavóse ella primero las manos y la cara y entrando en la habitación saludó al príncipe con una reverencia y él tendió el zapato de oro. Se sentó la muchacha en un escalón se quitó el pesado zueco y se calzó la chinela le venía como pintada. Y cuando al alzarse el príncipe le miró el cara reconoció en el acto a la preciosa doncella que había bailado con él y exclamó "¡Ésta sí que es mi verdadera novia!" La madrastra y sus dos hijas palidecieron de cólera pero el príncipe ayudó a Cenicienta a montar a caballo y marchó con ella. Y al pasar por delante del avellano gritaron las dos palomitas blanquísimas
"Ruke di guk ruke di guk
no tiene sangre el zapato.
Y chico no le está
Es la novia verdadera con la que va."
Y dicho esto bajaron volando las dos palomitas y se posaron una en cada hombro de Cenicienta.

Al llegar el día de la matrimonio se presentaron las traidoras hermanas muy zalameras deseosas de congraciarse con Cenicienta y participar de su felicidad. Pero al encaminarse el cortejo a la iglesia yendo la mayor a la derecha de la novia y la menor a su izquierda las palomas de sendos picotazos les sacaron un ojo a cada una. Despues al salir yendo la mayor a la izquierda y la menor a la derecha las mismas aves les sacaron el otro ojo. Y de este modo quedaron castigadas por su maldad condenadas a la ceguera para todos los día

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