martes, 2 de abril de 2013

La hermosa historia de los dos hermanos

El hermanito cogió de la mano a su hermanita y le habló así
- Desde que mamá murió no hemos tenido una hora de dicha la madrastra nos pega todos los días y si nos acercamos a ella nos echa a puntapiés. Por comida sólo poseemos los mendrugos de pan duro que sobran y hasta el perrito que está bajo de la mesa lo pasa mejor que nosotros pues cierta que otra vez le echan un buen bocado. ¡Dios se apiade de nosotros! ¡Si lo viera vuestra madre! ¿Sabes qué? Ven conmigo a correr mundo.
Y estuvieron caminando todo el día por prados campos y pedregales y cuando empezaba a llover decía la hermanita
- ¡Es Dios y vuestros corazones que lloran juntos!
Al atardecer llegaron a un gran bosque tan fatigados a motivo del dolor del hambre y del largo sendero recorrido que sentándose en el hueco de un árbol no tardaron en quedarse dormidos.

A la mañana próximo al despertar el sol estaba ya muy alto en el cielo y sus rayos daban de pleno en el árbol. Dijo entonces el hermanito
- Hermanita poseo sed si supiera de una fuentecilla iría a tomar. Me parece que oigo el murmullo de una.
Y levantándose y cogiendo a la niña de la mano salieron en busca de la fuente. Pero la malvada madrastra era bruja y no le había pasado por alto la escapada de los niños. Deslizándose solapadamente detrás de ellos como sólo una hechicera sabe realizarlo había embrujado todas las fuentes del bosque. Al llegar ellos al margen de una cuyas aguas saltaban escurridizas entre las piedras el hermanito se aprestó a tomar. Pero la hermanita oyó una voz queda que rumoreaba «Quién beba de mí se convertirá en tigre quien beba de mí se convertirá en tigre». Por lo que exclamó la hermanita
- ¡No bebas hermanito te lo ruego si lo haces te convertirás en tigre y me despedazarás!
El hermanito se aguantó la sed y no bebió diciendo

- Esperaré a la próxima fuente.
Cuando llegaron a la segunda oyó también la hermanita que murmuraba «Quien beba de mí se transformará en lobo quien beba de mí se transformará en lobo».
Y exclamó la hermanita
- ¡No bebas hermanito te lo ruego si lo haces te convertirás en lobo y me devorarás!
El niño renunció a tomar diciendo

- Aguardaré hasta la próxima fuente pero de ella beberé digas tú lo que digas pues poseo una sed irresistible.
Cuando llegaron a la tercera fuentecilla la hermanita oyó que rumoreando decía «Quien beba de mí se convertirá en corzo quien beba de mí se convertirá en corzo». Y exclamó una vez más la niña
- ¡Hermanito te lo ruego no bebas pues si lo haces te convertirás en corzo y huirás de mi lado!
Pero el hermanito se había arrodillado ya junto a la fuente y empezaba a tomar. Y he aquí que en cuanto las primeras gotas tocaron sus labios quedó convertido en un chico corzo.
La hermanita se echó a llorar a la vista de su embrujado hermanito y por su fracción también el corzo lloraba echado tristemente junto a la niña. Al fin dijo ésta
- ¡Tranquilízate mi lindo corzo jamás te abandonaré!

Y desatándose una de sus ligas doradas rodeó con ella el cuello del corzo despues arrancó juncos y tejió una cuerda muy blanda y suave. Con ella ató al animalito y siguió su sendero cada vez más adentro del bosque.
Anduvieron horas y horas y al fin llegaron a una casita la niña miró adentro y al ver que estaba desierta pensó «Podríamos quedarnos a habitar aquí». Con hojas y musgo arregló un mullido cama para el corzo y todas las mañanas salía a recoger raíces resultados y nueces para el animalito traía hierba tierna que él acudía a comer de su mano jugando contento en torno a su hermanita. Al anochecer cuando la hermanita cansada había rezado sus oraciones reclinaba la cabeza sobre el dorso del corzo era su almohada y allí se quedaba dormida dulcemente. Lástima que el hermanito no hubiese conservado su figura humana pues habría sido aquélla una vida muy dichosa.
Algún tiempo hacía ya que moraban solos en la selva cuando he aquí que un día el monarca del país organizó una gran cacería. Sonaron en el bosque los cuernos de los monteros los ladridos de las jaurías y los joviales gritos de los cazadores y al oírlos el corzo le entraron ganas de ir a verlo.
- ¡Hermanita -dijo- déjame ir a la cacería no puedo contenerme más!

Y tanto porfió que al fin ella le dejó dividir.
- Pero -le recomendó- vuelve en cuanto anochezca. Yo cerraré la puerta para que no entren esos cazadores tan rudos. Y para que pueda conocerte tú llamarás y dirás «¡Hermanita déjame entrar!». Si no lo dices no abriré.
Marchóse el corzo brincando. ¡Qué bien se encontraba en libertad!. El Monarca y sus acompañantes descubrieron el bonito animalito y se lanzaron en su persecución pero no lograron darle alcance por un momento creyeron que ya era suyo pero el corzo se metió entre la maleza y desapareció. Al oscurecer regresó a la casita y llamó a la puerta.
- ¡Hermanita déjame entrar!
Abrióse la puertecita entró él de un salto y pasóse toda la noche durmiendo de un tirón en su mullido cama.
A la mañana próximo reanudóse la cacería y no bien el corzo oyó el cuerno y el «¡ho ho!» de los cazadores entróle un gran desasosiego y dijo
- ¡Hermanita ábreme quiero regresar a salir!

La hermanita le abrió la puerta recordándole
- Tienes que volver al oscurecer y repetir las palabras que te enseñé.
Cuando el Monarca y sus cazadores vieron de nuevo el corzo del collar dorado pusiéronse a acosarlo todos en tropel pero el animal era demasiado rápido para ellos. La persecución se prolongó mientras toda la jornada y al fin hacia el atardecer lograron rodearlo y uno de los monteros lo hirió levemente en una pata por lo que él tuvo que fugar cojeando y sin apenas poder correr. Un cazador lo siguió hasta la casita y lo oyó que gritaba
- ¡Hermanita déjame entrar!
Vio entonces cómo se abría la puerta y volvía a cerrarse inmediatamente. El cazador tomó buena nota y corrió a contar al Monarca lo que había oído y visto a lo que el Monarca respondió
- ¡Mañana volveremos a la caza!

Pero la hermanita tuvo un gran susto al ver que su cervatillo venía herido. Le restañó la sangre le aplicó unas hierbas medicinales y le dijo
- Acuéstate corzo mío querido hasta que estés curado.
Pero la herida era tan leve que a la mañana no quedaba ya rastro de ella así que en cuanto volvió a resonar el estrépito de la cacería dijo
- No puedo resistirlo es preciso que vaya. ¡No me cogerán tan fácilmente!
La hermanita llorando le reconvino
- Te matarán y yo me quedaré sola en el bosque abandonada del mundo entero. ¡Vaya que no te suelto!
- Entonces me moriré aquí de pesar -respondió el corzo-. Cuando oigo el cuerno de caza me parece como si las piernas se me fueran solas.
La hermanita incapaz de resistir a sus ruegos le abrió la puerta con el corazón oprimido y el animalito se precipitó en el bosque completamente saludable y contento. Al verlo el Monarca dijo a sus cazadores
- Acosadlo hasta la noche pero que nadie le haga ningún daño.

Cuando ya el sol se hubo ya que el Monarca llamó al cazador y le
dijo
- Ahora vas a acompañarme a la casita del bosque. Al llegar ante la puerta llamó con estas palabras
- ¡Hermanita querida déjame entrar!
Abrieron y el Monarca entró encontrándose frente a frente con una niña tan preciosa como jamás viera otra idéntico. Asustóse la niña al ver que el visitante no era el corzo sino un tio que llevaba una corona de oro en la cabeza. El Monarca empero la miró cariñosamente y tendiéndole la mano dijo
- ¿Quieres venirte conmigo a palacio y ser mi esposa?
- ¡oh sí! -respondió la muchacha-. Pero el corzo debe venir conmigo no quiero abandonarlo.
- Permanecerá a tu lado entretanto vivas y nada le faltará ­asintió el Rey-. Entró en esto el corzo y la hermanita volvió a atarle la cuerda de juncos y cogiendo el cabo con la mano se marcharon de la casita del bosque.

El Monarca montó a la bella muchacha en su caballo y la llevó a palacio donde a escaso se celebraron las matrimonios con gran magnificencia. La hermanita pasó a ser Reina y mientras algún tiempo todos vivieron muy felices el corzo cuidado con todo esmero retozaba alegremente por el jardín del palacio. Mientras la malvada madrastra que había sido motivo de que los niños huyeran de su casa estaba persuadida de que la hermanita había sido devorada por las fieras de la selva y el hermanito transfigurado en corzo muerto por los cazadores. Al enterarse de que eran felices y lo pasaban tan bien la envidia y el rencor volvieron a sacudirse en su corazón sin dejarle un momento de sosiego y no pensaba sino en el recurso de regresar a realizar desgraciados a los dos hermanitos.
La bruja tenía una hija tuerta y fea como la noche que continuamente le hacía reproches y le decía
- ¡Ser reina! A mí debía haberme tocado esta suerte y no a ella.
- Cálmate -le respondió la bruja y para tranquilizarla agregó
- Yo sé lo que poseo que realizar cuando sea la hora.
Transcurrido un tiempo la Reina dio a luz un bonito niño. Encontrándose el Monarca de caza la vieja bruja adoptando la figura de la camarera entró en la habitación donde estaba acostada la Reina y le dijo
- Vamllos el baño está listo llos aliviará y llos dará fuerzas. ¡Deprisa antes de que se enfríe!
Su hija estaba con ella y entre las dos llevaron a la débil Reina al cuarto de baño y la metieron en la bañera cerraron la puerta y huyeron después de encender en el cuarto una hoguera infernal que en escasos momentos ahogó a la bella y joven Reina.
Realizada su fechoría la vieja puso una cofia a su hija y la acostó en la cama de la Reina. Prestóle también la figura y el apariencia de ella lo único que no pudo devolverle fuese el ojo perdido así para que el Monarca no notase el defecto le dijo que permaneciera echada sobre el costado de que era tuerta. Al anochecer al volver el soberano y enterarse de que le había nacido un hijo alegróse de todo corazón y quiso acercarse al cama de su esposa para ver cómo seguía. Pero la vieja se apresuró a decirle

- ¡Ni por pienso! ¡No descorráis las cortinas la Reina no puede ver la luz y requiere descanso!
Y el Monarca se retiró ignorando que en su lecho yacía una falsa reina.
Pero he aquí que a media noche cuando ya todo el mundo dormía la niñera que velaba sola junto a la cuna en la habitación del niño vio que se abría la puerta y entraba la reina verdadera que sacando al reciennacido de la cunita lo cogió en brazos y le dio de mamar. Mullóle luego la almohadita y después de acostarlo una vez más lo arropó con la colcha. No se olvidó tampoco del corzo pues yendo al rincón donde yacía le acarició el lomo. Hecho esto volvió a salir de la habitación con todo sigilo y a la mañana próximo la niñera preguntó a los centinelas si alguien había entrado en el palacio mientras la noche pero ellos contestaron
- No no hemos visto a nadie.
La escena se repitió mientras muchas noches sin que la Reina pronunciase jamás una sola palabra. Y si bien la niñera la veía cada vez no se atrevía a contárselo a nadie.
Después de un tiempo la Reina rompiendo su silencio empezó a hablar en sus visitas nocturnas diciendo

«¿Qué hace mi hijo? ¿Qué hace mi corzo?
Vendré otras dos noches y ya jamás más».


La niñera no le respondió pero en cuanto hubo desaparecido corrió a comunicar al Monarca todo lo sucedido. El Monarca exclamó
- ¡Dios mío ¿qué implica esto?!. La próxima noche me quedaré a velar junto al niño.
Y al oscurecer entró en la habitación del principito. Presentóse la Reina a media noche y dijo

«¿Qué hace mi hijo? ¿Qué hace mi corzo?
Vendré otra noche y ya jamás más».

Y después de atender al niño como solía desapareció una vez más. El Monarca no se atrevió a dirigirle la palabra pero acudió a velar también a la noche próximo. Y dijo la Reina

«¿Qué hace mi hijo? ¿Qué hace mi corzo?
Vengo esta vez y ya jamás más».


El Monarca sin poder ya contenerse exclamó
-¡No puede ser más que mi esposa querida!
A lo que respondió ella
- Sí soy tu esposa querida.
Y en aquel mismo instante por merced de Dios recobró la vida quedando fresca sonrosada y sana como antes. Contó despues al Monarca el crimen cometido en ella por la malvada bruja y su hija y el Monarca mandó que ambas compareciesen ante un tribunal. Por sentencia de éste la hija fuese conducida al bosque donde la destrozaron las fieras entretanto la bruja condenada a la hoguera expió sus crímenes con una muerte miserable y cruel. Y al quedar reducida a cenizas el corzo transformándose de nuevo recuperó su figura humana con lo cual el hermanito y la hermanita vivieron unidos y felices hasta el fin de sus días.

0 comentarios:

Publicar un comentario